lunes, 8 de febrero de 2010

'El éxito está en la mente'

'La arena juega en mi rostro, llevada por el viento.
Abro los ojos, veo el sol a través de mis pestañas, que descomponen su luz como un caleidoscopio.

Me incorporo: allí está Elisabetta, completamente desnuda, tumbada en la orilla.
Mis amigos del country club suelen decirme que una mujer así está conmigo por el dinero.
Yo les respondo: no está conmigo por el dinero. Está conmigo por el éxito.

La sigo observando, confundido su cuerpo entre la dureza tersa de un remolino de arena.
Me acerco a ella y como si fuera el amo de los elementos, el aire cesa.
Abre los ojos y en ellos percibo el reflejo del brillo marino.
En la orilla las olas mueren y renacen con un suspiro balsámico.
El chapoteo del agua crea curiosos sonidos incidentales sobre la eslora de mi yate.


Aunque esto pueda parecer bucólico, no soy un poeta: soy un hombre de éxito. Tengo una casa en la playa, una modelo tostándose en la arena y un yate con mi nombre en la popa. ¿Soy materialista? Sí, rotundo.
Soy un hombre de éxito, hecho a mí mismo. He creado negocios que sólo yo he podido vislumbrar, he creído en ellos, los he llevado al éxito. Ha sido así por mi fe, mi tesón, mi confianza.
Porque como siempre digo, el éxito está en la mente. Y mi mente cree en el éxito y atrae al éxito.

Espolvoreo un hilito de arena en el pequeño ombligo de Elisabetta. Me tumbo y empezamos a achucharnos. Tengo treinta y cinco años: ¿no soy el hombre más afortunado del planeta?

Suena el iphone. Maldicion. Justo ahora. Me reclama el consejo de administración, seguro.
No quiero levantarme, no quiero levantarme...'



- Despierta, Melecio. Ya es la hora de la siega.

El sol aprieta fuerte en la sien del Melecio. Una orquesta de chicharras envuelve con persistencia su cuerpo enjuto y curtido. El sueño, profundo, descarga el peso en su organismo y una sonrisa floja le pende del rostro.

- No sé como un vago así, a sus treinta y cinco añazos, está siempre tan feliz. Siempre contento, durmiendo como un lirón, conquistando a todas las mozas del pueblo... con el poco jornal que ganamos.
- ¡Qué quieres! Quien no se consuela es porque no quiere. Siempre han dicho que la felicidad y el éxito se llevan dentro, en la mente.

Melecio despereza los brazos sobre el montón de heno apilado en la llanura.
Unas briznas de paja juegan en su rostro, llevadas por el viento.


Fin


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