viernes, 22 de enero de 2010

Tierra prometida

‘Tierra prometida’
‘I left my home in Norfolk, Virginia California on my mind…’

Señora Sonia:
Elvis Presley salió de su casa de Norfolk, Virginia rumbo a Los Ángeles. Se subió a un autobús de la compañía Greyhound, que tuvo un problema de motor en Alabama.
Para proseguir su viaje tomó un tren que le llevó a Houston, donde se le acabó el dinero.
¿Por qué, se preguntará usted, señora Sonia, se tomó tantas molestias Elvis para cruzar los Estados Unidos de una costa a otra? La respuesta es simple: buscaba su tierra prometida.
Providencialmente, Elvis tenía unos amigos en Houston que le equiparon para el resto del viaje y le compraron un billete de avión hacia Los Ángeles (¡qué bueno es tener buenos amigos!, ¿no cree?).
Así pues, no debería ser usted tan – permítame decírselo con el mayor respeto- desconfiada, impidiendo que, como los tenía Elvis, yo tenga un amigo en su hija Gloria privándola además del regalo que le hice hace unos días.
No tiene nada que temer, se lo ofrecí a la salida del colegio y todos los padres estaban allí. Y además… además el regalo era especial: un single del ‘Promised land’ de Elvis, un vinilo original, rarísimo, que conservo desde los cuatro años.
El caso es que el Elvis del ‘Promised Land’ acepta el regalo de sus amigos y vuela con gran lujo de Houston a Los Ángeles. Elvis, bien vestido con un traje de seda, mientras come un bistec a la carta piensa en las delicias que le esperan en el estado dorado de California, en su tierra de sueños.
¿No opina usted al igual que Elvis, Sonia –permítame llamarla Sonia, sin el molesto ‘señora’ por delante-, no piensa que es necesario, diría hasta indispensable para la salud del alma nutrirla de sueños?
Cuando Elvis ya sobrevuela California, el piloto avisa al pasaje de la inminencia del aterrizaje. La inquietud enturbia el espíritu de Elvis. Empieza a dudar si su sueño se cumplirá, si alcanzará las metas proyectadas en su tierra prometida.
¿Le ha ocurrido alguna vez, Sonia? ¿Ha sentido el miedo morder en la blanda envoltura de sus sueños, de sus aspiraciones?
Algo parecido me ocurrió cuando ayer llegó a mi iphone su mensaje de advertencia. La amenaza de expedir una orden de alejamiento entre Gloria y yo casi me arrancó un modo de ser, aquel en el que me proyecto en un pedacito de ideal futuro.
Elvis aterriza en la terminal con la fresca imagen de la tierra prometida jugando en su mente.
Telefonea a Norfolk y cuenta a sus padres que él, su pobre hijo, ya está en Los Ángeles.
Así termina la canción. No sabemos si el personaje que construye Elvis en la canción ve cumplidas sus promesas de éxitos.
Yo, Sonia, también tengo una imagen fresca en mi mente, desde mis cuatro años.
La de una niña de coletas y bata rosa a cuadros, bonita, dulce, cuya voz me recuerda al plátano, mi merienda favorita y que me agarra de la mano en los recreos.
No vamos a la misma clase y los mayores se ríen de que dos niños de cuatro años paseen cogidos de la mano. Poco importa, yo soy feliz con esa niña.
Hasta que un día deja de venir al colegio y ya sólo me queda de ella una imagen fresca en la mente. Así termina mi canción personal, parecido a Elvis.
Sé que no seguirás adelante con esa orden de alejamiento, Sonia. Porque tu hija me recuerda a cómo eras tú de pequeña. Porque la canción de Elvis la escuchábamos sonar en el patio y porque el regalo no es para tu hija, sino para ti.
Me ha costado dar contigo, Sonia, tanto como a Elvis llegar a Los Ángeles. Pero ha merecido.
Porque soy Pedro, el niño que ya te amaba con cuatro años, porque he seguido amando el recuerdo de esa Sonia que se marchó y porque ahora que te he encontrado, no quiero volver a perderte.
¿Serás tú mi tierra prometida?

Fin


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