viernes, 16 de mayo de 2008

'Guernica' Parte 2

José Luis viste completamente de negro, un pantalón y un jersey ceñido. Solo sus lentes de montura blanca iluminan su silueta y realzan sus ojos, rápidos e inteligentes. Parece un cruce entre la elegante distancia de un arquitecto y la extravagancia de Andy Warhol. Se le acerca un crítico de arte vestido con boina y casaca militar, divertido atuendo para su cincuentena ya rebasada.
- Crítico: Muy interesante su obra en el Arte Buenos Aires (le acerca la mano para estrecharla).
- José Luis (finge atusarse la sien en ese momento y evita el apretón de manos): Gracias, Scioli. Me gustó tu crítica. (Le da una palmada en el hombro. Scioli se despide con un discreto gesto. Los amigos de José Luis fingen una conversación de fondo).
- José Luis (refiriéndose a quien quiera escucharlo, aunque más bien se lo dice a sí mismo): Es antihigiénico dar la mano. Se transmiten microbios a millones.
- Sebastián (bebiendo una copa de champagne): Buen chico, Scioli, ¿no? Siempre me parecieron acertadas sus críticas. Un tipo muy informado (sigue bebiendo champagne).
- Alfredo: Es crítico desde hace veinte años. Los mismos que lleva sin producir una sola obra.
- Ana: Ah, pero ¿es artista también Scioli?
- José Luis: Sí lo era, cariño. Bastante bueno, ví algunas obras suyas. La presión de rendir, eso acabó con su arte, según oí.
- Amelia: ¿Algo así como Verón en el 2002?
- José Luis: Dejalo ya, no te metás con mi Estudiantes de La Plata.
Además, los argentinos no estamos acostumbrados a rendir bajo presión, preferimos hablar y saber por qué hemos de hacer las cosas, no hacerlas porque sí, como un alemán. (Pausa). Luego contamos con argumentos para no hacerlas.
- Sebastián: Vamos, ché. No rompás con esas generalizaciones. En la Argentina millones de personas se parten el lomo laburando.
- José Luis: O haciendo que laburamos, que es peor. (Pausa).
A mi consulta vino un paciente al que llamaremos Gastón. Estaba angustiado porque no rendía con las minas. (Agita ligeramente su pipa, absorbe con disfrute y suelta una bocanada).
Le quise tranquilizar, que si su novia lo amaba, que no reparaba en el rendimiento... Pues comenzó a llorar hasta romperse y revelarme que le venía ocurriendo lo mismo desde los quince años de edad.
Es un ejemplo de lo que te digo, che. Las porteñas son relindas y el argentino no está acostumbrado a rendir bajo presión.
- Ana: ¡Pobre chico! (Bebe champagne, sigue con las lentes puestas, al igual que los demás).
- José Luis: Y sí. Para contenerlo tiré de todo mi chamusho psiquiátrico... ya sabeis, no lo entiende nadie, yo a veces tampoco (se ríe exageradamente y se recobra súbitamente)... y cuando hacen un esfuerzo por comprender algo, se frustran y se tranquilizan.
- Ana: ¡Qué listo es mi José Luis! (se dan un besito).
- José Luis: Así que le dije, con estas mismas palabras (se para un segundo y recita con tono rimbombante): Mi diagnóstico es que usted, en su no consciente, persiste, desde sus quince años, en la idea de que el onanismo se la dejó pequeña e inutil. (Alfredo ríe, Ana sacude su cabeza, Sebastián se atraganta y expulsa el champagne como un geyser y riega a Amelia. José Luis prosigue tranquilo).
Y le pregunte '¿Pensó usted por qué se presiona por rendir?' '¿Para compensar que en el fondo teme haberla estropeado con el onanismo y que ya no le rinda?' (Silencio).
Yo pensaba que el tipo no hablaba porque se había visto retratado en su dolencia y que entonces lo había curado.
El caso es que, por contra, el tipo se puso rojo, se levantó del diván y comenzó a gritar y a acercarseme. Yo no sabía qué hacer, creía que el tipo iba a agarrarsela a trompadas conmigo y le dije lo primero que se me vino a la mente: que compensar un miedo no era malo, que todos en la Argentina lo hacíamos. (Hablando muy rápido). Que el intelectual busca suplir su falta de fe religiosa con el arte, a la que convierte a su vez en religión. Que nos compensamos y liberamos con el futbol para no pensar en las inseguridades que nos angustian, en el trabajo, en la desigualdad, en que cualquier chorro te puede matar en la esquina por robarte cuatro pesos, en que nuestra economía no compite con la de los vecinos y que quizá no todo sea culpa de nuestros políticos ladrones, que quizá todos actuemos un poco como ellos, como una nación de egoístas desunidos, que sólo se unen en torno al futbol cada cuatro años.
(Se calla y queda mirando un cuadro expuesto delante de él. Está atónito, se ha quedado paralizado, en contraste con su largo monólogo de hace unos segundos).
- Amelia: ¿Y?
- José Luis: Pensaba en las emociones de ese cuadro.
- Ana: Pero, ¿qué pasó?
- José Luis: Creo que podría llegar a imaginar las del artista, pero no las que siente el cuadro.
- Ana: ¡Con el paciente!
- José Luis: Le dije que no dejara el onanismo.
(Mientras vuelve a beber de su copa, pasa por delante del grupo Marta Minujín, acompañada de una amiga, ambas hablando y gesticulando delante del mismo cuadro que ha observado José Luis). (José Luis mira fugazmente a la Minujín-Samotracia y seguidamente observa a la autora).
- José Luis (a Ana): Ya está. Voy a contárselo. (Apura del todo la copa).
- Ana: ¿Contarle el qué? (lo agarra del brazo).
- José Luis: Lo de mi proyecto, el de la performance en el estadio de futbol.
- Ana: ¿Eso? Creía que estabas bromeando.
- José Luis: ¿Por qué bromeando? Llevo tiempo dándole vueltas a la cabeza. Es, es un proyecto distinto, puede ayudar a la Argentina, que veamos que somos un poco ridículos ahora, pero que fuimos grandes y podemos despertar. (Mira a su esposa. Se rasca una ceja y baja levemente la cabeza).
- Ana: Adelante.
- José Luis: ¿Adelante?
- Ana: Es cierto, me parece brillante (lo empuja graciosamente por la espalda).
- José Luis (resiste el movimiento. Se para): Esperá, esperá. Que yo... yo en el fondo soy más psiquiatra que artista. (Vuelve a mirar a Marta Minujín, que sigue charlando delante del cuadro). No me va a hacer caso... como artista apenás soy conocido.
- Ana: Andá (lo vuelve a empujar y José Luis comienza a moverse, con un poco de inercia, como dando un tropezón, hacia la Minujín. Cuando casi ha llegado a ella, un fotógrafo aparece y le saca un retrato, en el que se presume que también aparecerá José Luis. Marta sonríe y saluda al fotógrafo. José Luis se aparta rápidamente).
- Ana (se vuelve cuando José Luis la toca por la espalda): ¿Qué pasó?
- José Luis: Nada, vino un fotógrafo y me retrató junto a Marta antes de que pudiera hablar con ella.
- Ana: ¿Y qué? ¿No le contaste luego?
- José Luis: Me incomodé con la foto, me fuí.
- Ana: ¿Por qué? Sos artista, es normal que te tomen fotos en museos con otros artistas.
- José Luis: Mañana tengo un paciente temprano. Es mejor que nos retiremos.
- Ana: ¿Qué más da ahora el trabajo? ¿Y tu proyecto?
- José Luis: No entendés, no puedo aparecer en prensa como un artista. ¿Qué pensarán en el hospital?
- Ana (se saca las lentes, José Luis sigue con ellas): ¿Por qué te da tanto miedo que en el trabajo sepan que eres artista?
- José Luis: Porque pensarán que no voy a rendir.
(Se aleja hacia la barra-ambigú y se une al resto de amigos. Ana se queda sóla. Pasa un momento. Lo sigue).


Una sala de consulta. Un diván en el centro de la escena, una butaca de cuero delante de aquel. Al lado de la butaca una mesa con libros de psiquiatría, revistas, un metrónomo y unos folletos. Al inicio de la escena se oirán algunos 'claxsons' y murmullos de viandantes, sonidos que se entiende provienen del gran ventanal dibujado en el fondo de la escena.
José Luis está sentado en la butaca. Viste una bata blanca de médico. No hay nadie más en la sala. Coge unos folletos de la mesa aneja y comienza a hojearlos.

- José Luis (cantando): ¡Brasiiilll, na, na, na, na...! (mueve las manos como si fueran maracas, se levanta y baila con una mulata imaginaria. Torpemente marca unos pasos de samba. De repente se lleva las manos a la cabeza).
¡El avión! (Se tambalea, como perdiendo el sentido) ¡Nunca podré hacerlo, no aguanto el miedo a volar!
(Se acerca a la mesa y saca del cajón un paquete de cigarrillos. Enciende uno y comienza a fumarlo ávidamente).
¡Aaaah! (Se tumba en el diván, cruza holgadamente las piernas y vuelve a exhalar) ¡Qué nervios con solo pensarlo!
(Se oye llamar a la puerta)
- Voz femenina: Doctor Varesi, el señor Dominguez, su paciente de las nueve está aquí. ¿Le hago pasar?
(José Luis se levanta atropelladamente del diván. Hace aspavientos para ahuyentar el humo del tabaco).
- José Luis (da dos tosidos e imposta un tono de voz serio y profesional): Sí, por favor, hágalo pasar.
- El señor Domínguez: ¡Buenos días, doctor! (Le da un enérgico apretón de manos). ¿Qué tal pasó el fin de semana?
- José Luis (desvía la mirada y contesta rápidamente): Bien, bien, preparando las consultas, aunque ello no hace al caso. (Rebusca unos papeles en la mesa escritorio. Ve los folletos de viaje y se sobresalta levemente en el sillón. Los arroja a la papelera. Se toca la barbilla, estudia otros documentos, se lleva la mano a la cabeza y cierra los ojos en actitud de pensar).
- El señor Domínguez (husmea varias veces desde el diván): Huele a puritos Davidoff. ¡Me encantan! ¿Sería usted tan amable de invitarme a uno?
- José Luis (da un salto en la butaca y repite muy rápido el ademán de esfumar el tabaco): ¿Fumar aquí? ¡Por favor, me insulta usted!
- El señor Domínguez (con tono de disculpa): Disculpe, creí haber olido a tabaco. Igual no es algo serio.
- José Luis: Au contraire, mon ami. Es algo muy serio. ¡Aquí salvamos la salud de las personas! ¿Qué la salud? ¡La vida! No hay tiempo para 'fumares', solo para 'estudiares' los casos.
- El señor Domínguez: Mis 'perdonares'..., perdón, mis disculpas.
(José Luis se echa el aliento a las manos y hace un visible gesto de repugnancia. Se lleva las manos a la cabeza. El señor Domínguez, tumbado de espaldas a José Luis, no ve nada).
(El sr. Domínguez tiene unos treinta años. Es un hombre atractivo con un cuidado aspecto en el peinado, vestido y en toda su apariencia. Habla rápido, sin dudas, ni pausas. Sus gestos, su manera de tomar asiento o de dar un apretón de manos son enérgicos y decididos. Prodiga fácilmente su sonrisa y todo en él comunica una picardía e 'insouciance' infantilmente encantadoras, que llevan a preguntarse qué hace en la consulta de un psiquiatra).
- José Luis: Sr. Domínguez, comentábamos el otro día...
- Sr. Domínguez: Llámeme Jaime.
- José Luis: No, era el Viernes. Decíamos que tenía problemas para comprometerse con una mujer, Sr. Domínguez.
- Sr. Domínguez: Jaime.
- José Luis (se rasca la barbilla, se saca las lentes, las mira detenidamente, echa el vaho del aliento a los cristales y los limpia con un paño. Súbitamente mira al Sr. Domínguez): Caso resuelto. (Lanza las gafas por los aires y se queda mirándolo).
- Sr. Domínguez: ¿Caso resuelto?
- José Luis: Elemental, si la mujer decía llamarse Jaime, usted no podía comprometerse con ella. (Pausa. Vuelve a fijar pesadamente la mirada en el sr. Domínguez). Era un hombre.
(José Luis sonríe triunfalmente).
- Sr. Domínguez: Sí, claro... ¡no! Quiero decir, sí había un hombre, ¡yo!, que me llamo Jaime. En cuanto a Dorita, le puedo garantizar que es una mujer. (Guiña el ojo al doctor. Este sonríe y se queda estático, como pasmado).
- José Luis (sigue con la sonrisa estática): ¿Y bien mujer? (mima con las manos el gesto de palpar unos grandes pechos).
- Sr. Domínguez (asintiendo): Bien mujer (repite el gesto de los pechos grandes mas uno de la silueta de una guitarra. Hace un silbido de admiración. José Luis se pone a reir. Ambos pierden la mirada en el techo de la habitación. Pausa. Se oye un claxon desde la ventana. José Luis pega un tumbo en la butaca. Se aclara la garganta y vuelve a poner una voz muy seria).
- José Luis: En fin, confusiones aparte, ¡esto es muy serio!, ¡es su vida la que está en juego, caballero, no la mía!
(El sr. Domínguez, tumbado en el diván, pone una cara de desconcierto. José Luis se levanta y busca por el piso las gafas).












Pulsa en los dos botones de abajo si te gusta lo que lees (así el blog tendrá más lectores)


Top Blogs




Literature


Add to Technorati Favorites

lunes, 21 de abril de 2008

'Guernica' Parte 1

Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA). La escena se desarrolla en una amplia sala de exposición, que aunque a oscuras, está pintada de un blanco fluorescente y sólo. El sonido viaja de una esquina a otra y rebota en paredes bajo la forma de murmullos que, como en un baile ininteligible de palabras, se cruzan, se pisan y se mueven en círculo.

Alrededor de todas esas palabras se mueven, gesticulan y ríen personas, elegantes, libérrimas y flotantes, replicando el espíritu leve de sus palabras, como una extraña sustancia extensa que más que génesis es consecuencia de la vida de sus palabras.

En este paraíso desconectado y alucinatorio, las personas, el sonido y los poquísimos objetos se desligan y separan en una tensión bizarra.

En un costado del escenario hay una barra de ambigú, grupos de personas paradas o moviéndose como bacterias en un caldo de cultivo, tonadas exageradamente porteñas, hiperacústicas risas erguidas en la base de una quieta música 'trance' y una oscuridad invasora, sólo rota, como en un artístico microcosmos, por una singularidad de espacio-tiempo: la luz fija sobre la 'Minujín-Samotracia', una réplica de una Victoria de Samotracia discontinua, separada en una irregularidad de finos segmentos longitudinales. El contraste de oscuridad y luz realza la obra y le da un aire misterioso, como en un paganismo que pidiera adoración.

Desde el patio de butacas se observará una suerte de ejercicio de estilo, una quasi aniquilación de los personajes, sombreados y empequeñecidos ante la luminosidad de la estatua. Observarán una danza de sombras, una pureza casi meditativa de voces y la 'Minujín-Samotracia' como centro de atención.

A medida que transcurra la acción, la luz se impondrá hasta iluminar completamente el escenario.

- Voz de José Luis: La performance será bárbara. Imagínense: una cancha entera de fútbol. Los jugadores, figuras gigantes y zancudas con las máscaras de los personajes del Guernica de Picasso, de Gardel y de las esculturas de Marta Minujín. Los referees bailando tango, los futbolistas esnifando las líneas de banda, que serán de cocaína, cada vez que marquen un gol. Y vacas pastando en el cesped.
- Alfredo (se ríe): Vamos, José Luis, dejate de joder. Esta es otra de tus ideas disparatadas.
- José Luis (sigue de corrido, como si no hubiera escuchado a Alfredo): Y el speaker en vez de goles recitará versos de Borges y el Martín Fierro al 'vesre'.
- Amelia: Vos lo que querés es crear quilombo, como hacés en la cabeza de tus pacientes, ja, ja.

(Se acerca accidentalmente una persona fumando un gran puro. El humo llega a José Luis, que para de hablar y hace muecas exageradas para escupir el humo que ha tragado involuntariamente. Sus amigos esperan, tremendamente serios, a que reanude el discurso).

- Ana: ¿No entendeis aún a mi marido, chicos? Es un provocador, como todos los artistas.
- José Luis: Es que se necesita eso, ché. Los gashegos tuvieron el esperpento de Vashe-Inclán. Nosotros precisamos de otro semejante con que deconstruir la ortodoxia argentina, que ya no funciona... distorsionar lo ya distorsionado, para así enderezarlo de nuevo. Subvertir los símbolos caducos que desde antaño nos inmovilizaron.
Un país de ganaderos, agricultores, tangueros... y luego el futbol, que idiotiza al pueblo. ¡Argentina, despertá! Lo que funcionó en 1810 durante siglo y medio ya no funca hoy.
- Sebastián: ¿Gracias al absurdo surgirá la nueva Argentina?
- José Luis: ¡Y sí! La Argentina que nos quieren vender los políticos es ridícula. Sólo distorsionando lo que ya es absurdo se podrá volver a una pureza primordial. Este país es grande, che. ¡Tengámosle fe!
- Alfredo: Para conseguir eso, ¿ridiculizarías hasta a Gardel y Borges?
(Silencio. José Luis se rasca la barbilla).
- José Luis: Sí, hasta haría absurdo con Gardel y Borges. Ellos harían lo mismo si vivieran hoy.
- Amelia: Che, no me toqués a Gardel y Borges. A Cortazar aún (guiña un ojo a Ana).
- José Luis: ¡Cashá, qué mala que sos! ¡Hasta los iconoclastas convencidos tenemos un santo al que ponerle una vela! (Ríen todos).
(De a poco se van avivando las luces y la Samotracia-Minujín cede el protagonismo al rumor de charlas intelectuales y al tintineo de las copas. Comienzan a distinguirse las fisonomías de personajes y figurantes. Casi todos ellos, incluidos José Luis y sus amigos, llevan calzadas lentes de sol, a pesar de la oscuridad imperante hasta entonces).





Pulsa en los dos botones de abajo si te gusta lo que lees (así el blog tendrá más lectores)


Top Blogs




Literature


Add to Technorati Favorites

martes, 8 de abril de 2008

'El iphonsito' Parte 4

Interior. Consulta de un psiquiatra:
- Bud: Doctor (se dirige al mismo psiquiatra, coronado por las mismas ramas de olivo), la verdad me ha sido revelada. Yo era inmaduro, no sabía amar y tapaba ese dolor con la violencia.
Ahora soy un ser Amado y Amante. En mi pareja ya no hay dos, sino que formamos un único Ser. Todo gracias a haber comprendido que cualquier forma de sexualidad es buena si es una expresión de Amor Verdadero (vuelve a mirar a la cámara, sonríe con la inocencia de un niño y extiende la palma de su mano. Frota repetidamente sus dedos índice y pulgar, demandando el dinero del premio. Abraza fuertemente al doctor, con una brusquedad y sobreactuación hiperbólicas).


- Narrador: Todos ellos alcanzaron la felicidad. Terence se aceptó a sí mismo y halló la seguridad y la paz en un amor monógamo. (Las palabras del narrador ilustran la secuencia de Terence, caminando con la modelo por la orilla de una playa. Ambos se entrelazan cogiéndose por los hombros. Terence sigue vistiendo de blanco níveo y la brisa juega con su camisa y la apertura de un dorado ombligo.
Terence se fija ostensiblemente en las nalgas de una mujer que viene de cruzarse con ellos).

- Narrador (continúa): Bud aportó su recien lograda madurez a su pareja y a sus demás seres queridos.
(Vemos la misma playa, simultáneamente a la voz. Bud camina de la mano de su finalmente conquistada amante. El sobrino propina una durísima patada a la espinilla de Bud. Éste, iracundo, se dispone a micronizar al niño de un desproporcionado bofetón. Desiste de su intento y finge una sonrisa cuando su pareja, ajena a la trama, le sonríe tiernamente y le mira a los ojos. Tras ello, Bud vuelve a mirar al niño furtiva y vengativamente, que se mofa de él con un ademán de manos idéntico al del inicio de la obra).

- Narrador (continúa): Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado. (Transcurre un segundo sobre la imagen anterior de la playa, ahora vacía). ¡Ah, pero perdón! ¡Aún no me he presentado! (La cámara pasa de la playa a un primer plano del hasta entonces desconocido narrador).
Soy yo, el sátiro. Antes de esta historia, yo era delincuente y violento y me llamaba Marcos, el Navajas. Ahora me llamo Mariconchi, la cupletera. He cambiado de sexo y trabajo como tabernera en el puerto. Cada noche conozco a rudos y fuertes marineros. Al liberarme me he dado cuenta de que cualquier forma de expresar el Amor es buena.
Por algo ésta era una historia griega, ¿no? Me duele la espalda, pero soy feliz.
(Mira directamente a la cámara, sonríe plácidamente y deja un rostro neutro, que se sostiene surrealistae incomprensiblemente durante más de dos segundos. La imagen se funde hacia el color negro. Salen los títulos de crédito y sube la sintonía del filme 'Dos Super Dos').

Fin.




Pulsa en los dos botones de abajo si te gusta lo que lees (así el blog tendrá más lectores)


Top Blogs


Literature


Add to Technorati Favorites

martes, 25 de marzo de 2008

'El iphonsito' Parte 3

- Narrador: El iphonsito llega a su altura álgida y en un número de volatilización mágica se transfigura en la diosa griega del amor Afrodita, realzándose el cambio con una pompa de humo brumoso, de cuya aureola, en forma de concha mítica, surge la más bella y sexual Mujer.
Como en toda comedia griega... ¿os dije que ésta era griega? (puntualiza la entonación), los conflictos de los personajes son resueltos por la intervención de los dioses... (cae la entonación, subrayando el impasse del climax).


(La cámara vuelve a ralentizarse. Bud y Terence permanecen impávidos y mudos. Hasta el sátiro exhibe una concentración y mutismo infantiles, desconocidos para él).

- Narrador: Se impone con una brutal y cortante necesariedad una sensación de omnipresencia y culminación. Esta completitud invade y llena la conciencia de nuestros tres espectadores, y los transforma, hacia una hondura profunda, esencial.
La irreprimible atracción de lo Especial, magnética, insecuenciada y cuántica (¡Hola, hola!) deviene y desaparece en la forma del más puro y limpio de los lenguajes, articulado en la sencilla voz de la diosa:

- Afrodita: ¡Cohone, ya me estáis hodiendo!

- Narrador: El paso intránsido y seco, violento, de la celestialidad a la vulgaridad más televisiva atrapa a Terence y Bud en un nuevo asombro. Se les ve abrir las bocas, pero no son capaces de emitir palabra. Siguen mudos).

- Afrodita: Apolo y yo estábamos creando galaxias enanas, tratando un tema muy importante.
- Terence: ¿Cuál? (intrigado, en un aire de elevada curiosidad).
- Afrodita: ¡El de los polvos cósmicos!
- Bud (henchido, crecido en confianza): ¡Esa línea también la uso yo para ligar, ja, ja, ja! (ríe estúpidamente, mientras que Terence se muestra contrariado).
- Afrodita: Pero en fin, sé porque habeis venido a este templo griego.
- Terence: ¿El del Balboa Park? (sorprendido ante la certidumbre del guión). ¿Está bien el guión?
- Bud: Yo entré buscando mi iphonsito. Casi iba a triunfar con una chati cuando este payaso (señalando a Terence) me lo ha quitado.
- Terence: ¡No lo escuche, divina Afrodita! Yo estaba pintando a la más bella de las ninfas...
- Sátiro (interrumpe a Terence):... y yo les arrebaté el artilugio orgásmico, ¡ja, ja, ja!
- Bud (al sátiro): ¡Tú calla ya, atontao!
- Afrodita: ¡Silencio todos! (adquiere un tono grave, demandando atención).
He visto que no sabéis usar vuestra sexualidad: Bud (dirigiéndose al interfecto), quieres madurar y ser amado, pero tu infantilismo no te permite conocer mujer (se enfoca a Bud, atónito, mudo. Ha perdido su ansiosa furia y está absorto ante la revelación y presencia de la verdad).
Terence, conquistas a cada mujer que encuentras y así tratas de ahogar esa inseguridad que te quema el alma, pues tú eres el único al que no has conquistado.
Y tú, ser extraño (refiriéndose al sátiro), tú buscas en el iphonsito una concreción de la Totalidad, tu Cosmogonía, tu construcción de una Identidad Plena: ¡Aún no lo has aceptado, pero eres maricón!
(Un segundo incómodo transcurre, lento, pesado como un siglo. Nadie reacciona. La incomodidad se masca como un chicle).
- Afrodita (continúa): El sexo no es parcialidad genital, sino Unidad espiritual: dos personas amándose, transformándose en seres humanos ideales, completos, que alcanzan el Amor Único que hay por debajo de todas las cosas. (Distorsiona su voz hacia un tono dulzón y proselitista. Acaba la línea y mira directamente a la cámara, se confronta a ella, arma laboriosamente una sonrisa perfecta y artificial y varios de sus dientes emiten un destello de luz cegador. Saluda a la cámara con un ademán de la mano).

(Los tres personajes siguen sin reaccionar).

- Afrodita (continúa): ¡Decid algo, cohone! (sin poder reprimir su impaciencia).
- Bud (mira a los demás, como por fin concienciado y a la vez decepcionado de que ésta haya sido toda la explicación tan esperada):
¡Que te folle un pez!
- Terence: ¡Sí, eso, que le sodomice un escualo!
- Sátiro: Vamos, ¡maricón yo! ¡Decirle eso a una, huy, uno!

- Narrador: Bud y Terence no lo quisieron reconocer en aquel momento, pero después aceptaron que las señales de Afrodita les habían cambiado las vidas (entonando gravemente, subrayando cómicamente una revelación esencial).



Pulsa en los dos botones de abajo si te gusta lo que lees (así el blog tendrá más lectores)


Top Blogs




Literature


Add to Technorati Favorites

lunes, 24 de marzo de 2008

'El iphonsito' Parte 2

San Diego, Balboa Park. Esplanada. Terence y Bud se encuentran delante de un único iphonsito. No sabemos si es el de Bud o el de Terence, pero ello no es indiferente.
- Terence (irónicamente, pero manteniendo su intachable apariencia de flema y compostura):
¡Pero si es el viejo Bud! ¡El hombre cuya rudeza es tan legendaria como su falta de predicamento entre las mujeres!
- Bud (atónito): ¿de 'prediqué'?
- Terence: Hazme el favor darme el iphonsito, si te es menester.
- Bud (atónito. Cuenta con los dedos, como queriendo buscar una respuesta): ¿Si me es 'menesqué'?
- Terence: ¡El iphonsito, cohone! (Asombrado ante su repentina erupción de ira, que reprime inmediatamente con una sonrisa ridícula, en un intento de 'desfazer' su error de etiqueta).
- Bud (aliviado tras haber comprendido. Espera un segundo y ambos, en un guiño de complicidad, sonríen liberados): ¡Tócame las bolas, pedante!
- Terence: ¡Ah, eso ya está mejor! El iphone, prodúcemelo, por favor.
- Bud (violento y cerril): mi mano con sus cinco dedos es lo que te voy a producir, ¡atontao!

(Se preparan para la pelea: Terence, exhibiendo una impecable guardia de boxeo, casi artística en cuanto a lo académico de su pulcritud; Bud, en cambio, ondeando primitivamente su brazo con una peluda y arcana mano abierta).

(Un fugaz personaje irrumpe en escena, corriendo veloz y riendo como un sátiro, ataviado con una túnica griega del color del alba y les arrebata el iphonsito en sus narices).


- Bud y Terence (se miran y dicen al unísono): ¡Se lleva el iphonsito!
- Sátiro (ríe alocadamente). ¡Ja, ja, ja! Con este aparato mágico, símbolo de la Unicidad de los elementos, integraré mi sexualidad confundida y por fin conseguiré el orgasmo eterno o aquello que los surferos de las películas han buscando durante generaciones, la cabalgada perfecta. ¡Ja, ja, ja! (Transcurre un segundo) ¡Ja! (Ríe de manera neutra. Mira a cámara, inexpresivo).


(Bud y Terence miran y palpan sus propios cuerpos, para comprobar que aún siguen en la realidad. Luego se palpan el uno al otro y finalmente miran a la cámara, alucinados frente al surrealismo del momento. Después reaccionan).

- Bud: ¡Tras él!
- Terence: ¡Sí, que sin el iphonsito no se pintar!
- Bud: ¡Ni yo pillar mozas!
- Terence: ¡Lo mismo he dicho!

(Se inicia una persecución. Música de 'Y si no, nos enfadamos'. Terence corre con una postura perfecta, elegante y atlética. El sátiro, al frente del trío, se mueve a nerviosos e imprevistos brincos. Bud, como una cafetera atacada de locura, lanza todas sus extremidades desordenadamente, en un correr 'por detrás indecoroso).

- Bud (viendo entrar al sátiro en un templo circular): ¡No, no entremos al templo griego! ¡Nooooo! (Abruptamente, sin justificación y exageradamente, como un demente).
- Terence: ¿'Lo cualo'? ¿El templo del Balboa Park?
- Bud (resignado): Eso pone en el guión, ¡aquí no hay ni pies ni cabeza!

(Entran en el 'templo'. El sátiro se siento acorralado y lanza el iphonsito al aire. El tiempo parece que se detiene ante la gravedad del hecho. Ello se subraya con un movimiento ralentizado de cámara que contrasta las emociones expresadas por los tres personajes: Bud, con un rostro furibundo y primitivo, deformado por la tensión suspendida; Terence, angustiado en una mueca de irreprimible desazón y gimoteo femenino; el sátiro, riendo y saltando como un infante irreflexivo. La cámara lenta pasa de un personaje a otro, manteniéndose un segundo a lo sumo en cada rostro, en primer plano, de los personajes).






Pulsa en los dos botones de abajo si te gusta lo que lees (así el blog tendrá más lectores)


Top Blogs




Literature


Add to Technorati Favorites

miércoles, 19 de marzo de 2008

'El iphonsito' Parte 1

'El iphonsito' (Guión de corto cinematográfico)

- Narrador: Esta es la historia que cambió las vidas de Terence Hill y Bud Spencer. Bud era un hombre delicado y muy articulado en el lenguaje:
- Bud (viendo pasar a una joven): ¡Estás culiciosa, nena! (La joven lo mira, insultada).
¡Tranquila, estoy haciendo un experimento, soy científico! (La joven adquiere un aire de disimulado interés).
¡En polvos cósmicos! (La mujer propina un soberbio y sonoro bofetón a Bud, que se duele).

-Narrador: A su vez Terence era culto y refinado y un amante del cultivo de todo tipo de artes, muy en especial las amatorias:
(Terence, vestido impecablemente con un traje de riguroso blanco aparece saboreando, en una delicada expresión extática, una taza de té en un día soleado, mientras sostiene el parasol de una bella acompañante).

-Narrador: Bud emitía además agudos y valiosos juicios en materias de sociología...
-Bud (observando un anuncio televisivo en el que, en primer plano, varias mujeres jóvenes avanzan con paso decidido hacia la cámara): ¡Uy, qué mujeres más seguras de sí mismas! ¡Seguro que llevan buenas compresas! (Su compañero se aleja ahuyentado).
¡Cuidado, que ahora harán un lésbico! (grita a su compañero).

(Terence comprueba el contraste de la luz y la semisombra punteadas en un esplendoroso seno turgente, uno de los dos de una sublime modelo de pintura).

-Narrador: ... y en asuntos de cosmología...
-Bud: Unos pechos tan masivos seguro que deforman el tiempo y el espacio. (Se gira a cámara y explica -leída de una cuartilla- la 'Nota del Autor':
La Teoría General de la Relatividad de Eintein afirma que los objetos muy masivos, como grandes planetas o en esto caso los pechos enormes, transmiten la fuerza de la gravedad por medio de la deformación del tiempo y el espacio a su alrededor.

(Aparecen nuevamente Terence y su modelo de pintura. Vemos a la mujer recibiendo un enérgico masaje en su espalda y en su nalga, desnuda, porosa).


Interior. Consulta de un psiquiatra:
- Psiquiatra: Bud, usted no ha integrado sus facetas de personalidad en una sexualidad madura. El resultado de esa represión es su uso de una jerga sexual inmadura y el escapismo de ese yo incompleto por medio de pulsiones de violencia pueril. (El actor lee ostensiblemente el discurso de una cuartilla).
- Bud: ¡Vete a tomar por el culo!
- Psiquiatra: ¡Ay, graciaaas! (Imposta un tono afeminado).
- Bud: Además de rarito y menosmola, eres gilipollas: ¿Por qué me atiendes con una corona de laurel en la cabeza?
- Psiquiatra: Pues porque esta es una obra griega. ¿Aún no te has enterado?


Exterior. Agradable y soleado día en una campiña, monocroma y envuelta en una brisa calada.

- Terence (en primer plano, comenta fuera del alcance de su acompañante): ¡Qué bueno es ser yo! En mis manos, toda mujer se convierte en una viciosa e irreprimible amante.
(Su pedantería es subrayada con un tono altivo y odiosamente cadencioso).

(Se dirige a su modelo de pintura, cuyo hiriente seno, como una montaña en guerra de sombra y colores, lacera el aire).
- Terence: Como Cezanne, con este iphonsito como modelo (agarra un iphone y lo contrapone al cuerpo desnudo de la joven), deconstruiré todas las figuras geométricas de tu cuerpo.
Y es que en París, mi amigo Paul Cezanne me desveló todos los conocimientos de su pintura.
- Modelo (directamente, sin recelo): ¿Pero no era Cezanne un pintor del XIX?
- Terence (sorprendido y violentado ante el repentino descubrimiento de su engaño, desvía bruscamente la conversación): Bueno, bueno, ¿desde cuándo las modelos sabéis de otra cosa que de felaciones? (La mujer reprime un gemido de asombro).
En fin, el caso es que el viejo Paul, al que sí conocí (recalcando en una repetición odiosamente previsible), asombró a París pintando una manzana. Yo, en cambio, conquistaré el mundo con un seno. (Acaricia el rostro de la joven y le sonríe. Esta queda convencida sólo a medias).

(Un violento golpe de aire arranca el iphonsito de sus manos).
¡Uuuuh! (Exclama Terence con femenina sorpresa). ¡El viento se me llevó el iphonsito!
¡No te muevas, voy por él! (Corre en pos del iphonsito).


- Bud (comenta, en primer plano, fuera del alcance auditivo de otra mujer, pero no de un niño, quien se burla de él con un ademán despectivo):
¡Qué putada ser yo! (espeta asqueado). En mis manos, todas mis posibles conquistas huyen como zorras. Despues de la desilusión, siempre recurro a la masturbación.
Pero si esta vez me hago amiguito del sobrino de esta pollita, seguro que voy y mojo.
¿Verdad que sí, amiguito? (Sonríe brutalmente al niño, pensando que no le ha oído).
- Niño: ¡Que te folle un pez, cabrón!
- Bud: ¡Sí que te voy a dar, deslenguado! ¡Como me chafes el plan con tu tía!
(Corre detrás de él. Mientras corre, se la cae del bolsillo otro iphonsito, distinto al de Terence).
¡Ya te agarraré, ya! ¡Espera que recobre el iphone! (Se dirige a buscarlo).


Pulsa en los dos botones de abajo si te gusta lo que lees (así el blog tendrá más lectores)


Top Blogs




Literature


Add to Technorati Favorites

miércoles, 27 de febrero de 2008

'Quiero ser Lee Marvin (en do Mayor)' Parte 5

Gabriel está durmiendo. Aritz aún bebe de la botella. Se entremezclan los ronquidos del pasajero de atrás con los claxsons del exterior.
Aritz agarra el iphone del regazo de Gabriel. Sus manos tiemblan y con torpeza aporrea la pantalla del aparato. Bebe otro sorbo de Johnnie y se le resbala el vaso. La bebida salpica totalmente el aparato. Aritz se lleva las manos a la cabeza. Toca nerviosamente todas las partes del aparato, que emite unos sonidos estridentes, primero muy agudos, después lejanos y graves hasta quedarse en silencio. La pantalla ya no ilumina y despide humo. Gabriel se despierta. Aritz esconde el iphone dentro del vaso en que está tomando el Johnnie.

- Gabriel: ¡Ah, qué sueño! (se despereza). Nunca tuve una resaca tan fuerte.
- Aritz: Bebiste medio vaso de cerveza.
- Gabriel: No cualquier cosa alimenta a un espíritu limpio. Sería cerveza adulterada. Seguro que el Johnnie es mejor, hasta parece humear como un delicioso nectar divino. Dejáme probarlo. (Quiere alcanzar el vaso de Johnnie con el iphone. Aritz lo impide con su brazo).
- Aritz: Dejálo, con Johnnie no se va a ningún lado.
- Gabriel: Quitá, es posible que no llegue a la audición. Quiero pasar los últimos momentos como músico en una dulce embriaguez.
- Aritz: Nunca, no te rendirás. (Forcejean por el vaso. Aritz lo apura de un trago. Se escucha un chisporroteo y un sonido metálico que vienen del iphone).
(Gabriel, quebrado, se echa las manos al rostro. Pausa larga. Aritz aprovecha para sacarse de la boca el iphone humeante. Gabriel se incorpora finalmente y Aritz guarda rapidamente el teléfono en un bolsillo. Sigue humeando).
(Gabriel mira fijamente a Aritz. Éste está inmovil).
- Gabriel: Gracias, ¡gracias! (Lo abraza). Gracias por apoyarme en un momento bajo cuando iba a renegar de mi música. ¡Si hasta tenés una aureola de humo que te envuelve el rostro! ¡Parecés un santo!
(Le besa las manos).
- Aritz: Quitá, quitá, no es nada. (Lo aparta. Despide humo ya como un volcán).
- Gabriel: En fin, sos un amigo, lo único positivo de este día. Ya sólo me faltaría que se rompiera el iphone para redondearlo todo. ¿Por cierto, dónde lo tengo?
(Aritz está petrificado. Justo entonces el señor que roncaba y el novio de la chica comienzan a pelear. La chica grita histéricamente. El chauffeur frena -se escuchará un sonido de frenazo- y se levanta del sillón).
- Chauffeur: ¡Bastaaa! Hoy era mi último día antes de la jubilacion y quería calma, paz y un lindo recuerdo. En cambio, tengo una horda de borrachos, peleas, golpes y gritos. ¡Fuera todos!
(Silencio. Todos está inmóviles). ¡Fuera del colectivo!
- Gabriel: Pero, señor, yo no llegaré a mi audición.
- La Pareja (al unísono): Y nosotros vamos al ensayo de boda.
- Hombre dormido: Yo al ministerio.
(El chauffeur saca una pistola y dispara al techo. Caen restos de chapa a su cabeza).
- Chauffeur: ¡Fuera o no llego a la jubilación!
(Salen todos atropelladamente. El colectivo vuelve a arrancar escuchándose un efecto sonoro de acelerón).
(Se cambia el escenario. Se ve al fondo el Obelisco de Buenos Aires. Los demás personajes se han ido y solo quedan en escena Gabriel y Aritz. Algunos figurantes pasan ajetreadamente cargados de bolsas o hablando por el celular).
- Gabriel: Ya hace veinte minutos que comenzó mi audición y Corrientes está a varias cuadras. (Esconde el rostro entre las manos y se agacha. Aritz le da una palmadita y aprovecha para pasar un paño al iphone, ya chamuscado).
- Aritz: Tranquilo, habrá más orquestas para vos. En cambio yo sigo siendo chauffeur.
(Se escucha 'La Cumparsita' de fondo que va subiendo de tono, cada vez más alta).
- Aritz: ¡Hay música!
- Gabriel: ¡El concierto de Baremboim en el Obelisco! ¡Lo había olvidado!
- Aritz: ¡Vamos!
- Gabriel: Sí, vamos.
(Se dirigen al foco del que viene la música y Gabriel salta y hace una cabriola en el aire. Se mezclan y pierden entre los figurantes).

Fin


Pulsa en los dos botones de abajo si te gusta lo que lees (así el blog tendrá más lectores)


Top Blogs




Literature


Add to Technorati Favorites

sábado, 16 de febrero de 2008

Link a Technorati

Technorati Profile

Pulsa en los dos botones de abajo si te gusta lo que lees (así el blog tendrá más lectores)


Top Blogs




Literature


viernes, 15 de febrero de 2008

Quiero ser Lee Marvin (en do Mayor) Parte 4

- Aritz (hablando en alto, para sí mismo): Uy, se desmayó, ¡ja, ja, ja! Pobrecito, no tiene experiencia. Es lo que ocurre si solo te dedicás a crearte una carrera. Mirá sho: mujeres, alcohol, juergas, ja, ja, ja. No tengo ese problema (Pausa. Se rasca el cogote). Y además también tengo una carrera: desde hace diez años manejo un colectivo como éste. (Pausa. Se frota rápidamente las piernas). El mismo trayecto, mismos atascos, mismos piquetes... ¡Ujujuju! (llora, golpea las ventanas, se pellizca las carnes).
¡A beber, amigo, a beber, es la solución! (Se saca la camisa y se la anuda en la frente. Esnifa cocaína y vuelve a beber Johnnie. Se acerca a la chica y la besa. Recibe una trompada del novio y cae al suelo. Se acerca al conductor. Es un hombre fuerte, de expresión grave y con su vejez a hombros. Intenta taparle la visión. El conductor se lo saca de en medio).
- Conductor: ¡Aritz, pará! ¡Así no durarás muchos años en este oficio!
(Aritz retrocede tambaleándose hacia su asiento. Tropieza al tratar de ganar la butaca y despierta a Gabriel).
- Gabriel: ¿Qué hacés? (con la voz dormida).
- Aritz: ¿Qué hacer? ¿Qué ser? ¡Ja, ja, ja! (Abre la ventana y entra un fuerte envión de aire, recreado en escena por un motor ventilador. Saca la cabeza por la misma y tras un momento, la mete. El hombre dormido se ha despertado y comienza a gruñir).
¡Quiero ser Lee Marvin! (Levanta los brazos en aspa y ríe).
- Hombre dormido: ¿Sí? Pues yo quiero dormir. ¡Tomá Lee Marvin!
(Le atiza un golpetazo y Aritz cae al suelo otra vez. Su nariz sangra. Se levanta como puede y se acerca a Gabriel, que está pendiente de su iphone y habla hacia la pantalla en videoconferencia).
- Gabriel: Descuidá, Stefan, llegaré a tiempo.
- Voz de Stefan: Llegar tarde a la audición más importante. ¡Inexcusable! Me decepcionás, Gabriel
- Gabriel: Yo... (Aritz le arrebata el iphone y tartamudea frente a la pantalla).
- Aritz: Ya basta, Stefi. Este chico se parte el orto y no levanta minas solo por la música. ¡Dejalo respirar, la concha de tu hermana!
- Voz de Stefan: ¡Qué pasa acá! Gabriel, ¿quién es ese bárbaro?
- Gabriel (grita hacia el iphone, aún aferrado por Aritz): Yo, Stefan... no, no lo conozco.
- Aritz (a la pantalla): Y además Johny es una ópera experimental, muy difícil. ¡Con Johny no se va a ningún lado!
- Voz de Stefan: Pues a mí Johny nunca me ha fallado.
(Gabriel recupera el iphone).
- Gabriel: Perdone, Stefan, es un bárbaro de los que viajan en colectivo. Me habrá oído ensayando Johny en voz alta.
- Voz de Stefan (suena airada): No sé si quiero jóvenes con esas amistades en mi entorno. Llegá a la audicion o buscate nueva orquesta.
(Gabriel suelta el iphone y bebe de un botellín de cerveza).
- Aritz: Tenía razón Pavarotti, el futuro está en la cerveza. ¡Con Johnnie no se va a ningún lado!
(Brindan).


Pulsa en los dos botones de abajo si te gusta lo que lees (así el blog tendrá más lectores)


Top Blogs




Literature

domingo, 10 de febrero de 2008

Quiero ser Lee Marvin (en do Mayor) Parte 3

Unos momentos después. Gabriel se ha puesto las gafas de sol de Aritz. Aritz mira por la ventana. Calma.
- Gabriel: No sé si llego a tiempo, no sé si llego a tiempo (muerde la punta de su corbata).
(Saca el iphone del bolsillo. Lo enciende y en la pantalla aparece el ensayo previo a la audición. Del aparato surgen figuritas humanas asombrosamente nítidas y un sonido limpio).
(A Aritz) Éste es Ifán (señala la pantalla). Es un pianista agraciado. El puesto será suyo, para qué me engaño.
- Aritz (mira al iphone mientras habla a Gabriel): ¿Quién decide para quien será el puesto?
- Gabriel (comienza a jugar con la punta de su corbata): Stefan, mi director (hace crujir sus nudillos), el grande, el patriarcal (se pellizca los muslos), el inalcanzable (rompe a llorar y se da de golpes con la cabecera del asiento).
- Aritz (sigue mirando el iphone mientras abraza a Gabriel): Calma, calma. ¿Por qué te preocupa tanto tu director?
- Gabriel: Es que la audición se hace tocando un aria de 'Johny', una opera experimental, muy dificil. Y Stefan me exige tanto... no sé si podré hacerlo (vuelve a llorar, se enjuga en la pechera de la camisa de Aritz, que deja de mirar el iphone).
- Aritz: Vamos, vamos, no será tan duro. A mí Johnie nunca me ha fallado.
- Gabriel: (apartándose una lágrima): ¿Sos vos también familiar con 'Johny'? (Se incorpora en el asiento) ¿No crees que una vez superada la confusión inicial, entramos en su atmósfera y llegamos a una dicha plena y superior a la de cualquier estética convencional?
- Aritz: Sí, qué viajes, che. De lo de la estética no sé, pero sí que he gozado con la confusión de Johnnie, tú ya me entiendes (palmea rápidamente el hombro de Gabriel y ríe exageradamente).
- Gabriel: Sí, ejem (ríe forzadamente). ¡Qué lindo encontrar a alguien que comparte mi pasión por Johny! No somos tantos los conocedores.
- Aritz: Sí, la mayoría no sabe apreciarlo. ¡Cuánto me alegro de encontrar a alguien que comparte mis gustos!
- Gabriel : ¡A mis brazos!
- Aritz: ¡A mis brazos! (Se funden en un abrazo. La chica de la izquierda los mira. Su novio suspira y se martillea las sienes con el dedo índice, como burlándose de su locura). (Aritz rebusca en su mochila). ¡Ecco la qua! (Saca una botella de Johnnie Walker y dos vasos de plástico).
- Gabriel: ¡Bravissimo! (aplaude calurosamente. Para de aplaudir). ¿Qué es esto?
- Aritz: El Johnnie Walker.
- Gabriel: ¿No hablabas de Johnny spielt auf, la ópera de Krenek? El prodigio rupturista, amigo mío, ¡ópera y jazz!
- Aritz: ¿Johnnie qué?
- Gabriel: Y además, ¿malgastás con alcohol tu talento? ¡Con Johnnie no se va a ninguna parte!
- Aritz: A mí Johnnie nunca me ha fallado (se queda mirando a la botella).
- Gabriel: Perdón, perdón. Te ofendí sin derecho... yo, un músico aspirante que igual no llegue a la audición de su vida. Tu camino quizá sea el bueno. Querés alcohol, lo tomás. Querés mujeres, las tenés (chasquea los dedos).
- Aritz: Decí que sí, hermano (hace un ademán de brindis y apura el Johnnie del vaso de plástico).
- Gabriel: Tantas lecciones, armonía, contrapunto... (Mira el reloj) ¡Y no llegaré a la audición! ¡El elegido será Ifán! (Llora de nuevo. Se suena con la camisa de Aritz). Disculpá, no quiero arruinarme el traje.
- Aritz: nada, nada.
- Gabriel: No salir a las noches para no estropear la voz, privarme de todo. Si hasta Pavarotti tomaba cervezas para aclararse la voz. ¡La pucha! ¡Será la primera copa de mi vida! (Toma de golpe y sin respirar un vaso de Johnnie).
- Aritz: Ay, Tutto, qué grande que era.
- Gabriel: Te envidio, el perfecto galán, músculos de acero... (Aritz sonríe, comienza a flexar sus brazos). (Gabriel bebe otra copa. Hablará entre leves tartamudeos).
- Aritz: Antes hacía atletismo.
- Gabriel: Como si te conociera: ellas quieren estar con vos, los hombres quieren ser tus amigos. (Aritz también bebe y ríe desmedidamente).
- Aritz: ¡Es cierto! ¡Viva yo! Ja, ja, ja. Me caíste bien, cerebrito. ¡A mis brazos! (Vuelven a abrazarse). Y bueno, tenés razón, no me arrepiento de nada, repetiría todo cuanto he hecho. Yo... (mira a los lados y baja la voz) he conocido a muchas mujeres, gratis y de pago, he bebido hasta vomitar, me he drogado hasta perder la memoria. ¡Vivo el presente!
- Gabriel: Eso es hermoso, un carpe diem eterno. (Pausa. Mira a su iphone). Yo sólo me he dedicado a posponer el placer para cuando llegue la gloria. Pero la música no me la dará. (A Aritz). ¿Para qué el esfuerzo? (A Aritz). Yo tengo una promesa y vos el presente. Yo mil sueños y vos mil ahoras. (Se levanta del asiento, se gira y grita hacia las demás butacas). ¡Vivan tus drogas, viva tu autobus! ¡Alegoría de lo efímero!
- Aritz: ¿Mande?
- Gabriel: ¡Viva! (Se cae al asiento y se desmaya. Los demás viajantes miran hacia otro lado).


Pulsa en los dos botones de abajo si te gusta lo que lees (así el blog tendrá más lectores)


Top Blogs




Literature

lunes, 4 de febrero de 2008

Quiero ser Lee Marvin (en do Mayor) Parte 2

Gabriel busca en su bolsillo y saca un iphone. Lo prende. Se escucha un sonido de música clásica interpretada al piano. Aritz se inclina levemente y mira hacia el iphone. De repente se saca las lentes y planta su rostro sobre el aparato.
- Aritz (levanta la voz, muy rápidamente): ¿Qué tienes ahíí?!!
- Gabriel: Oh, no es nada, la previa a mi audición, la estoy viendo en mi iphone.
- Aritz: ¿un iphone?!! (El asiento regulable se mueve bruscamente hacia adelante y Aritz cae hacia el suelo).
- Gabriel: Sí, la audición, ya sabés, quiero verla antes de llegar. ¡Oh! (El iphone casi vuela de sus manos. Aritz se lanza al aire como cazando un iphone imaginario y vuelve a caer de bruces. La chica de la izquierda gira la cabeza desde su asiento). ¡Ifán, va a empezar a tocar!
- Aritz (reincorporado): ¿iphone? (lo pronuncia enfatizando la acentuación de la última sílaba).
- Gabriel: Sí, Ifán, mi más grande oponente para conseguir la plaza. Y está tocando muy bien, demasiado bien. (Se lamenta y mueve la cabeza y el iphone hacia arriba y abajo. Aritz replica el movimiento, hipnotizado).
¡Oh, no, oh, no! Va a conseguir el puesto. ¡Él! Y no yo. Y no llegamos, no llegamos.
(Se arranca dos pelos. Patalea. Solloza mientras se cubre la mirada con la mano izquierda. En su mano derecha está el iphone. Aritz se acerca a agarrarlo pero la joven, alarmada por el alboroto, se ha levantado y agarra la primera el iphone junto a las manos de Gabriel y Aritz, quedando éste doblado con el brazo extendido sobre las piernas de Gabriel y asido del iphone).
(Gabriel levanta la cabeza y la mira. Sigue mirándola, pasmado, y no suelta su mano).
- Gabriel (balbucea): sentado.
- La joven: Ah, yo estoy de pie.
- Gabriel: iphone, no Ifán, digo Gabriel. (Como abobado, mira al aparato y seguidamente la mira a ella).
- La joven: ¡Qué mono que sos! (Se suelta suavemente, toca graciosamente la nariz de Gabriel con su dedo índice y le agarra el iphone. Aritz, hasta entonces asido al iphone, trastabilla y vuelve a caer).
¡Uy, que aparatito más piola! Y el pibe que sale tocando, qué bien lo hace, ¿no?
Gabriel (en voz baja): Sí, Ifán (la sigue mirando sin cambiar de posición, quieto).
- La joven: Y se llama también como vos.
(Gabriel ha vuelto a juguetear con la bolsa. Abre la boca. Ella le agarra del bíceps y se queda callado. Sigue forcejeando con la bolsa).
- La joven: Pero no es tan lindo como vos. (El novio se gira desde su asiento).
- Gabriel: Síí, ji, ji, ji.
- Aritz: Síí, ji, ji, ji. (Gabriel sutilmente acciona la palanca del asiento de Aritz y bruscamente queda reclinado hacia abajo).
(Sube el volumen de la interpretación del piano y se escucha un final alto y portentoso. Comienzan los aplausos).
- La joven: Oy, qué bueno que es tu amigo, me ha emocionado. ¡Tocá, tocá mi corazón!
(Se agacha hacia él acercando sus escotados senos. Gabriel va a tocar pero se le rompe súbitamente la bolsa de manís. Van a parar a la cuenca de los pechos de la joven).
¡Ay, ay, me pican! (Suelta el iphone y comienza a rascarse).
- Aritz: ¡Noooo! (El novio golpea a Gabriel y le deja el ojo morado).
(Aritz salta del asiento, agarra al vuelo el aparato y aterriza en el suelo con el iphone en sus manos).
- Aritz: Chico, es cierto que cuesta abrir esas bolsas.
Un pasajero ronca, los maníes resuenan en los pliegues del escote, Gabriel se duele y lamenta. Silencio roto.

Pulsa en los dos botones de abajo si te gusta lo que lees (así el blog tendrá más lectores)


Top Blogs




Literature

jueves, 31 de enero de 2008

Quiero ser Lee Marvin (en do Mayor) Parte 1

Colectivo. Seis o siete pasajeros y el chauffeur. El estado del vehículo es más bien deficiente, con asientos de cuero resquebrajado y el piso viejo.
Los pasajeros, bien vestidos y de clase social aliviada, charlan entre sí, miran por la ventana o bostezan. Es la hora del caer de la tarde en la que se va apagando invisiblemente la actividad del día. Puede que sean las seis. El colectivo se detiene a la altura de la localidad de San Isidro (un sonido de freno escenifica la situación).
A la izquierda del escenario -la derecha de los actores- y en primer término se simula la puerta anterior de entrada al colectivo. Un joven de unos veinte años sube al vehículo y tras decir al chauffeur 'hasta el Teatro Colón' introduce dos monedas en lo que parece ser una máquina de boletos.
Se para y mira al escenario. Enfrente suyo -y del público- hay dos hileras de asientos a la izquierda, un pasillo en medio y otras dos hileras a la derecha -con unas cuatro filas de asientos cada una- estando al inicio de ellas la butaca del chauffeur. El joven Gabriel viste un pantalón y un pullover de tonos pastel discreto -¿alguién probó el sabor del pastel discreto?-, dándole un aire de ingenua elegancia. Su rostro aún es un poco aniñado, sus cabellos están peinados con unas ondulaciones y un mimo infantil , su piel es blanca y brillante y su expresión relajada y fluida.
Busca un asiento con la mirada. Se dirige a uno de la cuarta hilera, que da al pasillo. A su izquierda -la derecha del espectador- está sentado Aritz, un joven que tendrá unos cinco años más que él. Es moreno, de complexión atlética y bien parecido. Viste un uniforme idéntico al chauffeur. Está leyendo un diario deportivo. Gabriel toma asiento. Aritz asiente rapidamente con la cabeza como en un ademán de saludo y continúa hojeando el diario. Gabriel mira dos o tres veces hacia adelante, atrás y a los lados y se mueve en la butaca hasta acomodarse en la posición.
A su derecha está la hilera izquierda de butacas - siempre según la perspectiva del público-.
En ellas y a su misma altura viaja una pareja joven que de cuando en cuando se agarra de la mano. Ella, sentada en el asiento exterior y por tanto separada de Gabriel por el estrecho pasillo, lleva puesto un vestidito vaporoso, floreado y de aspecto muy leve, que se adhiere finamente a su piel y deja adivinar la firmeza de su cuerpo. Lleva repetidamente sus manitas a un cabello liso y brillante, que recompone con la ayuda de un pequeño espejo de bolsillo y las descansa brevemente sobre sus muslos semidesnudos, hasta recomenzar la operación.
Su novio tiene un aspecto rudo y un tamaño amenazador y se repatinga pesadamente en el asiento, abriendo las piernas con brutal despreocupación.
Se oyen varios efectos de sonido: un pasajero ronca, el viento entra por la ventana, crujen los muelles del asiento del conductor, los pliegues del escote de la muchacha juegan con el viento. Silencio roto. Comienza la Acción:
Gabriel saca una bolsa de cacahuetes. Hace fuerza con ambas manos para abrir la bolsa, la sacude, comienza a roerla con los dientes. Resopla y deja la bolsa sobre el muslo derecho. Se queda mirándola, cabizbajo.
- Aritz: ¿Hay problemas con esa bolsa, o qué?
- Gabriel (lo mira, desvía imperceptiblemente la vista y lo vuelve a mirar. Tarda un poco en responder): No, solo un poco. Lo cierto es que cuando estoy nervioso me concentro en el sabor de cada cacahuete y en su chasquido al romperse, así, uno a uno, ¿lo ves? (saca un cacahuete del bolsillo y lo masca. Se queda mirando a Aritz).
- Aritz: Ah, interesante (saca del bolsillo un ipod y se coloca sendos miniauriculares. Mira de reojo a la joven de la fila izquierda y pasa a mirar por la ventana).
- Gabriel: Es que ahora estoy un poco nervioso. Por cierto, qué maleducado, no me presenté. Me llamo Gabriel. (Le extiende la mano. Aritz no lo ha escuchado, perdido entre el paisaje y el encantamiento de su música cada vez más alta -se escuchará un efecto de música estridente y lejana, como un esqueleto rítmico despojado de sentido-. Pausa. Gabriel presenta su mano derecha a la altura de las narices de Aritz).
- Aritz (se saca los auriculares): ¿Eh? (gritando. Los demás pasajeros se vuelven. Se escucha un efecto de ronquido interrumpido).
- Gabriel: Estoy nervioso. Digo, soy Gabriel.
- Aritz: Le estrecha lentamente la mano mientras mientras mira a la joven de la izquierda): Aritz.
- Gabriel: Es que hoy tengo una audición. Para la Orquesta Joven Porteña. En el Teatro Colón. Estoy nervioso. Tocaré el piano y cantaré.
- Aritz (se calza unas gafas oscuras. Echa el respaldo para atrás y se cruza de brazos): Ajá.
- Gabriel: Llego tarde, llego tarde. (Se muerde una uña, se frota los muslos, mira el reloj). Un día normal habría tomado este trasbordo media hora atrás. Hay mucho tránsito. Algo pasa. (Vuelve a sus intentos por abrir los cacahuetes). La traje de Viena, la bolsa de manís, del avión. Ah, qué lindo Viena. (Pierde la vista. Sonríe. Pausa). Tocamos en Enero, casi hará un mes. ¡Qué teatros, qué cultura musical! (Suspira. Repara en la bolsa con la que está jugando).
Las bolsas de cacahuete de avión. Siempre llevo cinco o seis conmigo porque nunca consigo abrirlas en el avión. ¿Nunca notaste lo difíciles que son de abrir
- Aritz (inmovil): Ajá.

Pulsa en los dos botones de abajo si te guste lo que lees (así el blog tendrá más lectores).

Top Blogs




Literature

miércoles, 23 de enero de 2008

Tiempo y espacio Parte 3

- Rizzi (Se muerde la uña del meñique de la mano derecha. Pasea de un lado al otro): ¿Te gustó la fiesta de anoche, Giaccomo?
- Giacko (Es más joven que Rizzi. Viste ropas 'chic' pero con un premeditado toque de desgaste. Lleva una melena cuidada, aún no del todo larga. Sobre unos hombros desnudos cae un mechón de cabello. Porta con desdén una apretada musculosa de color negro roto, maculada por brochazos y gotas blancas. Su espalda es grande y tensa. Sus movimientos son rápidos y ejecutores, funcionales. A pesar de ello, su rostro parece cansado y bosteza y se despereza regularmente): Uh, qué gran fiesta. La mejor droga la traen siempre los marchantes. Y esas mujeres (aúlla, se mesa los cabellos), que sólo aparecen en noches de exposición... ¡uhh, magníficas! Lo peor es que no recuerdo si terminé o no con alguna.
- Rizzi: Sí, sí, sí... está, está muy bien todo eso, sí (habla mirando al suelo).
Pero... (se rasca el entrecejo), ¿no notaste algo más en el ambiente, algo quizá... (breve pausa. Mira hacia el piso)... incómodo?
- Giacko: Las sillas, ¿quizá? Esta manía de exagerar el diseño y al final uno ni puede sentarse en ellas.
- Rizzi (lentamente): No, no es eso. No... me sentí mal. Creía que no sería el único... es extraño (se rasca el entrecejo).
- Giacko (Ya no bosteza. Agarra una pelota y juega con ella): Vamos, Rizzi, basta de secretos. ¿Quieres hacer el número del artista incomprendido delante de Rick? (Deja de jugar con la pelota y la mantiene en las manos). ¿Que te consuele con un aumento en las comisiones (Rizzi no responde. Giacko se rasca la cabeza). ¿Un departamento en Times Square? ¿Más drogas, mujeres, hombres? (Pausa. Rizzi está mirando hacia la ventana; da la espalda a Giacko).
Sea lo que sea, me parece bien. Pide lo que necesites... al fin y al cabo en la vida hay que quedarse con lo que nos gusta, ¿no?
- Rizzi: Me siento mal. (Pausa). No me gusta.
(Rizzi sigue mirando por el ventanal. El efecto de luz simula el ocaso. Con las manos sobre su frente aparta la luz naranja que lo ciega. Giacko sigue jugando a la pelota).

Escena III. En el centro de la escena, una plancha azul, de lado a lado del escenario, simula el agua de un río. Un señor, cercano a una vejez indefinida, pesca. No sabemos cuanto tiempo lleva en la misma posición. De vez en cuando estira los brazos y bosteza. Sonido de agua fluyendo, trinos de pájaros, rumor del viento. Follaje, juncos y plantas al fondo de la escena. Debe de ser el mediodía, según nos indica una fuerte iluminación.
Rizzi aparece en escena por la izquierda. Ninguno de los personajes se percata de la presencia del otro.
Rizzi se acerca a la orilla. Mira fijamente el fondo. Se escucha un efecto de agua corriendo furiosa.
- Viejo: ¡Hola! (No cambia la dirección de su mirada. Se afana laboriosamente para ensartar un cebo en el anzuelo. Sopla y escupe).
- Rizzi (Retrocede bruscamente. Mueve la cabeza hacia el viejo): Ho... hola.
- Viejo: Buen día hoy.
-Rizzi: Sí, sí, buen día.
- Viejo: ... los peces han picado, el sol brilla. Con momentos así me gusta quedarme (Rizzi se gira bruscamente y mira al viejo. Este deja de jugar con el cebo). ¿Qué pasó... qué dije?
- Rizzi: Nada, algo que solía decir hasta hace poco tiempo.
- Viejo: No sería tan importante entonces (sigue luchando con el anzuelo).
- Rizzi: ¿Por qué lo dice?
- Viejo: Porque nada importa nada. Si ahora pienso que pescar no es importante, dejará de serlo.
(Se pincha con el anzuelo. La sangre brota de su dedo. Sopla y escupe).
- Rizzi (Mira la herida. Empieza a tambalearse): ¿No... no le duele?
- Viejo: Me aguanto. El dolor es cosa de hombres.
- Rizzi: Es cierto... es humano, para todos. (Pausa).
(Habla mirando hacia el río. El viejo queda a un lado).
¿No cree que las cosas importan, que deseamos lograrlas,... que el dolor viene si no las alcanzamos?
- Viejo: No sé... mientras los peces piquen. (Sopla y escupe).
Sonido de agua fluyendo, trinos de pájaros, rumor del viento.

Escena IV. Rizzi se mueve de un lado al otro del escenario. Alrededor suyo, entorno a una sencilla mesa de madera, dos personas reciben sus órdenes. Los personajes entran y salen de escena febrilmente, tirando de carretas, levantando muros de ladrillos o serrando tablones. Es un poblado, seco y árido, según indica el decorado de fondo, con una montaña roja recortada sobre un plano azul sin matiz. El sol aparece como un testigo inmóvil. Un molino metálico gira con el viento y chirría.
- Rizzi (mientras consulta unos gráficos en su iphone): Ramón, vuelve a traerme esos planos. (Ramón los trae). Endereza dos palmos esa estructura.
(Ramón sale de escena. Salvo dos figurantes dando martillazos y apilando ladrillos, Rizzi se queda sólo. Se rasca una sien, hunde la cabeza entre las manos y sigue estudiando el plano. Entran dos nuevos personajes por el fondo izquierda. Acarrean latas de pintura y visten de buzo manchado. Rizzi sale de su concentración y los observa detenidamente. Vuelve a estudiar el plano).
- Pintor 1: Somos los pintores.
- Rizzi (no aparta su atención del plano): Ya lo he visto.
- Pintor 1: Vamos a pintar el exterior de ese barracón.
- Rizzi: Bien (sigue estudiando el plano).
- Pintor 2 (al pintor 1): El muro es irregular. ¿Quedará uniforme el color?
- Pintor 1: Sí, la luz y la sombra crean la perspectiva.
(Rizzi desvía su mirada bruscamente. Un molino metálico gira con el viento y chirría).
Fin

Pulsa en los dos botones de abajo si te guste lo que lees (así el blog tendrá más lectores).


Top Blogs



Literature

viernes, 18 de enero de 2008

Tiempo y espacio Parte 2

- Rizzi: Graciaaaas. Ahora, si me disculpan, tengo que reunirme con un agente artístico. Disfruten del evento. (Los personajes se disgregan y continuan charlando en pequeños círculos. Rizzi se acerca al sofá en el que atiende sentado Rick, su agente). Da algunos pasos y se detiene un momento para agarrar una copa de una bandeja. Indica a Rick por medio de una seña que le espere un minuto más. Lleva la copa a sus labios y se para a observar la obra de otro autor. Dos desconocidos la contemplan también en mitad de una conversación. Rizzi se acerca a ellos disimuladamente y escucha).
- Observador 1: Tiene fuerza, mucha fuerza (contempla inmóvil el cuadro. Su voz parece salida de una meditación).
- Observador 2: La luz y la sombra crean la perspectiva.
(Rizzi se queda paralizado. Mira a su alrededor).
- Ricky: Ritch, ¿venís ya, por favor? ¡El cocktail va a tomar calor! (grita)
(Rizzi se mueve pesadamente hacia el sofá).
- Rizzi: Sí, sí, el cocktail. Gracias (serio).
- Ricky: ¿Qué te pasa? Pareces anonadado.
- Rizzi: No, no es nada. Un leve mareo. Ya pasó.
- Ricky: Ah, tanto mejor. (Abre un maletín de ejecutivo y saca unos papeles con gráficos. Habla aceleradamente). Las ventas del último semestre, separadas por cada artista. (Levanta su copa). Enhorabuena, fuiste el mayor vendedor (ambos brindan).
Pero... (lo abraza amistosamente por el cuello y finge buscar una palabra), podrías vender más.
- Rizzi: ¿Cómo?
- Rick: Sigue haciendo lo que le gusta al público. Tus esferas, tus colores planos, los contrastes que abren planos de espacio... vamos, todo eso que dominas... Pero multiplícalo por cien, exagéralo, que sea bien patente.
- Rizzi: Creía que lo que hacía hasta ahora era apreciado (se muerde una uña).
- Rick (sorbe de la copa y aparta la mirada): Y lo es. Por eso mismo, chico, estás creando tendencia. Poténciala, explótala. (Sonríe y muestra unos dientes exageradamente blancos). Anda, vamos a hablar con Miss Oglethorpe. Seguro que hoy le colocamos otros tres cuadros por lo menos (lo rodea del brazo). Pero sonríe, ¡ésta es tu noche!
Rizzi: Sí, claro, es cierto. (Ríe).
(Ambos se juntan a Miss Oglethorpe. Chocan sus copas y beben. Se les ve gesticular delante de varias obras. Ríen y se mezclan con otros 'socialites').

Escena II. Atelier de Giacko. Rizzi, Giacko.
Un ventanal enorme a la izquierda del escenario. Un potente foco disimulado detrás del mismo impone la sensación de un día radiante filtrándose entre el polvo atmosférico, como confetti plateado. Una gruesa columna al fondo izquierda, con el aspecto pesado del concreto. Un fogón industrial, funcional y metálico. En el centro en segundo término, una pileta con grifo, en la que se amontonan cacharros con mezclas de agua y color usado.
Rizzi, de pie, vestido con una remera y una elegante bermuda, negras. Giacko, sentado, de frente a Rizzi. Apoya los antebrazos y el pecho en el respaldo de la silla.

Pulsa en los dos botones de abajo si te guste lo que lees (así el blog tendrá más lectores).

Top Blogs



Literature

sábado, 12 de enero de 2008

Tiempo y espacio Parte 1

Moderno sofá 'tresillo' de color blanco y modernidad sintética en primer plano de escena, al centro. Una 'barra-bar' de cristal atravesada por tubos de neón caprichosamente dispuestos
se sitúa a la derecha del sofá.
La pared del fondo de la escena está decorada por diversas pinturas, finos estantes de metal
con muy pocos libros y una representación de estufa de leña pintada 'al fresco'.
El color rojo de las llamas y chispas contrasta dramáticamente con la cegadoras blancura que
emana de la estancia.
Altas columnas, de un bronce cilíndrico y desnudas de cualquier adorno, crean una ilusión de
espacio y amplitud.
Varias esculturas de marcado carácter abstracto crecen irregularmente plantadas en varios
puntos de la escena.
Un gigantesco iphone blanco de atrezzo da cabida en su pantalla a una exhibición periódica de pinturas.
La sala de exposición está amontonada de personajes de aspecto y actitud extravagantes,
que al parecer, gozan abiertamente, dado el exagerado alboroto de risas y bebidas tintineando
en vidrios.
Unos cuantos personajes se arremolinan frente a la barra o se yerguen junto al tresillo, marcando expresiones de entusiasmo, meditación sesuda o frugalidad irredenta.
Entre los personajes que, de espaldas a la audiencia, observan y comentan acerca de las pinturas, sobresale un hombre delgado y de aspecto pulcro, con un cuerpo y un rostro de líneas
largas y ascendentes, vestido de un riguroso negro coronado por una nítida cabeza.
Ríe y atiende a varias personas congregadas a su alrededor.
- Rizzi: No estoy de acuerdo con esa filosofía budista según la cual tenemos que aceptar y extraer algo de cada momento del presente. ¿Por qué?
Yo no quiero lo feo del presente. Si hay que quedarse con algo, que sea con lo que me gusta, ¿no?
(ríe y apura una copa de champagne).
(Le responde una mujer joven y esbelta. Su bonnet de color fucsia la hace ver como una artista
excéntrica más, pero su escandalósamente atractiva línea de busto y su piel suave denotan en ella a la profesional del periodismo de eventos).
- Periodista: Es cierto eso, ja, ja (ejecuta una risa casi natural). Volviendo a tu colección, ¿qué tema general dirías que has querido expresar?
- Rizzi: El movimiento, sin duda.
(Pausa. Mira uno de sus cuadros y lo señala. Es un cuadro pintado a puntos, con colores azules, verdes, amarillos y blancos, todos en tonalidades muy luminosas).
Míralo con detenimiento. A primera vista se ve una superficie azul manchada por una esfera amarilla. Una pincelada verde por acá, un barullo blanco por allá.
- Periodista: Un día soleado de mar con un surfista. Lo dice el título.
- Rizzi: Sí, eso es. Y tras mirarlo con detenimiento y discernir las formas a partir de los manchones de luz y color, lo ves en su conjunto. (Pausa).
Pero después lo miras rápidamente, de un lado a otro, y, y esas formas que parecen difusas en una mirada estática, se completan y definen si mueves tu mirada acompañando al surfista (crea una estela en el aire con sus brazos).
Se crea el movimiento. El espectador lo crea y completa la obra. Tú completas la obra. (Le sonríe y la toca amigablemente. Ella parece hipnotizada, al igual que los demás observadores).
Esa es la vida, ¡pura belleza! (Sonríe y se escucha un sonoro aplauso).