jueves, 31 de enero de 2008

Quiero ser Lee Marvin (en do Mayor) Parte 1

Colectivo. Seis o siete pasajeros y el chauffeur. El estado del vehículo es más bien deficiente, con asientos de cuero resquebrajado y el piso viejo.
Los pasajeros, bien vestidos y de clase social aliviada, charlan entre sí, miran por la ventana o bostezan. Es la hora del caer de la tarde en la que se va apagando invisiblemente la actividad del día. Puede que sean las seis. El colectivo se detiene a la altura de la localidad de San Isidro (un sonido de freno escenifica la situación).
A la izquierda del escenario -la derecha de los actores- y en primer término se simula la puerta anterior de entrada al colectivo. Un joven de unos veinte años sube al vehículo y tras decir al chauffeur 'hasta el Teatro Colón' introduce dos monedas en lo que parece ser una máquina de boletos.
Se para y mira al escenario. Enfrente suyo -y del público- hay dos hileras de asientos a la izquierda, un pasillo en medio y otras dos hileras a la derecha -con unas cuatro filas de asientos cada una- estando al inicio de ellas la butaca del chauffeur. El joven Gabriel viste un pantalón y un pullover de tonos pastel discreto -¿alguién probó el sabor del pastel discreto?-, dándole un aire de ingenua elegancia. Su rostro aún es un poco aniñado, sus cabellos están peinados con unas ondulaciones y un mimo infantil , su piel es blanca y brillante y su expresión relajada y fluida.
Busca un asiento con la mirada. Se dirige a uno de la cuarta hilera, que da al pasillo. A su izquierda -la derecha del espectador- está sentado Aritz, un joven que tendrá unos cinco años más que él. Es moreno, de complexión atlética y bien parecido. Viste un uniforme idéntico al chauffeur. Está leyendo un diario deportivo. Gabriel toma asiento. Aritz asiente rapidamente con la cabeza como en un ademán de saludo y continúa hojeando el diario. Gabriel mira dos o tres veces hacia adelante, atrás y a los lados y se mueve en la butaca hasta acomodarse en la posición.
A su derecha está la hilera izquierda de butacas - siempre según la perspectiva del público-.
En ellas y a su misma altura viaja una pareja joven que de cuando en cuando se agarra de la mano. Ella, sentada en el asiento exterior y por tanto separada de Gabriel por el estrecho pasillo, lleva puesto un vestidito vaporoso, floreado y de aspecto muy leve, que se adhiere finamente a su piel y deja adivinar la firmeza de su cuerpo. Lleva repetidamente sus manitas a un cabello liso y brillante, que recompone con la ayuda de un pequeño espejo de bolsillo y las descansa brevemente sobre sus muslos semidesnudos, hasta recomenzar la operación.
Su novio tiene un aspecto rudo y un tamaño amenazador y se repatinga pesadamente en el asiento, abriendo las piernas con brutal despreocupación.
Se oyen varios efectos de sonido: un pasajero ronca, el viento entra por la ventana, crujen los muelles del asiento del conductor, los pliegues del escote de la muchacha juegan con el viento. Silencio roto. Comienza la Acción:
Gabriel saca una bolsa de cacahuetes. Hace fuerza con ambas manos para abrir la bolsa, la sacude, comienza a roerla con los dientes. Resopla y deja la bolsa sobre el muslo derecho. Se queda mirándola, cabizbajo.
- Aritz: ¿Hay problemas con esa bolsa, o qué?
- Gabriel (lo mira, desvía imperceptiblemente la vista y lo vuelve a mirar. Tarda un poco en responder): No, solo un poco. Lo cierto es que cuando estoy nervioso me concentro en el sabor de cada cacahuete y en su chasquido al romperse, así, uno a uno, ¿lo ves? (saca un cacahuete del bolsillo y lo masca. Se queda mirando a Aritz).
- Aritz: Ah, interesante (saca del bolsillo un ipod y se coloca sendos miniauriculares. Mira de reojo a la joven de la fila izquierda y pasa a mirar por la ventana).
- Gabriel: Es que ahora estoy un poco nervioso. Por cierto, qué maleducado, no me presenté. Me llamo Gabriel. (Le extiende la mano. Aritz no lo ha escuchado, perdido entre el paisaje y el encantamiento de su música cada vez más alta -se escuchará un efecto de música estridente y lejana, como un esqueleto rítmico despojado de sentido-. Pausa. Gabriel presenta su mano derecha a la altura de las narices de Aritz).
- Aritz (se saca los auriculares): ¿Eh? (gritando. Los demás pasajeros se vuelven. Se escucha un efecto de ronquido interrumpido).
- Gabriel: Estoy nervioso. Digo, soy Gabriel.
- Aritz: Le estrecha lentamente la mano mientras mientras mira a la joven de la izquierda): Aritz.
- Gabriel: Es que hoy tengo una audición. Para la Orquesta Joven Porteña. En el Teatro Colón. Estoy nervioso. Tocaré el piano y cantaré.
- Aritz (se calza unas gafas oscuras. Echa el respaldo para atrás y se cruza de brazos): Ajá.
- Gabriel: Llego tarde, llego tarde. (Se muerde una uña, se frota los muslos, mira el reloj). Un día normal habría tomado este trasbordo media hora atrás. Hay mucho tránsito. Algo pasa. (Vuelve a sus intentos por abrir los cacahuetes). La traje de Viena, la bolsa de manís, del avión. Ah, qué lindo Viena. (Pierde la vista. Sonríe. Pausa). Tocamos en Enero, casi hará un mes. ¡Qué teatros, qué cultura musical! (Suspira. Repara en la bolsa con la que está jugando).
Las bolsas de cacahuete de avión. Siempre llevo cinco o seis conmigo porque nunca consigo abrirlas en el avión. ¿Nunca notaste lo difíciles que son de abrir
- Aritz (inmovil): Ajá.

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