jueves, 31 de diciembre de 2009

Guernica. Parte 8


- Señora alta (a la señora sentada): ¿De quién es el gabán?
- Señora sentada (sonríe educadamente): De mi marido. Vuelve en un momento.
- Señora alta: En un momento o en un siglo, sí. Pero lo que es ahora, sho no veo a nadie.
Déjeme pasar. (Inicia el movimiento para tomar asiento. La señora sentada planta su mano sobre el asiento. La señora alta termina por sentarse, atrapando la mano de la otra señora).
- Señora sentada: ¡Aya! (grita). Salga de acá ahora mismo.
- Voz de Amelita Bartán: ¡Loca, me siento loca!
(José Luis, al igual que los figurantes de alrededor, observa la situación perplejo).
- José Luis (a la señora alta): Disculpá, le cedo gustoso mi asiento.
- Señora alta (sin mirarlo): No es necesario, caballero, acá estoy bien. (La señora sentada ha tenido que retirar la mano. Se frota con gesto de dolor y busca a alguien con la mirada).
- José Luis: Permítame insistir, entenderá que un caballero porteño...
- Señora alta (lo mira. Levanta la voz): No quiero, déjelo.
- José Luis (se acerca levemente a ella, casi frente a la primera señora sentada, que permanece callada y sigue mirando a los lados): Me quedaré en pie hasta que la señora tome el asiento. Mire que algo tan provocativo como yo, de pie por mucho tiempo... acabarán por ponerme vendas en las partes nobles, como a la estatua de la Costanera. ¡Ja, ja, ja! (Le da una incipiente palmada en el hombro).
- Señora alta (se levanta. Por un momento casi opacará el canto de Amelita Bartán): ¡Basta! ¡Harta! ¡Estoy harta de salvadores! El tarado, ¡el raro!,... ¡siempre han de tocarme a mí! (Se marcha, saliendo de escena por la derecha, al tiempo que deja un recuerdo de quejidos y pisotones).
- Voz de Amelita Bartán:... Me llaman loca ... ¡Esa soy yo! (Caen aplausos como pétalos. El auditorio se levanta. Ana llega a su asiento con un choripán envuelto en una servilleta de papel). (Entre saludos y aplausos, Amelita y su público se hacen el amor).
- Ana: ¡Aya! ¡Me perdí 'Loca'! (alza un puño, con rabia infantil). Pero contame vos, ¿qué tal estuvo?
- José Luis (se ha sacado las lentes y hurga en sus ojos con el pañuelo): Bien, aún habrá más.
- Ana: ¿Te ocurre algo? Estás raro. Te advertí que tu chori no tenía buen aspecto. Ya no te daré del mío.
(Los 'bravos' cesan. Voz del silencio. Amelita, con aplausos en el pelo, vuelve al escenario).




Esa misma tarde. Sala de exposición en el museo MALBA. Casí vacía, cuadros escasos, apoyados en dos o tres paredes. Un sofa marrón claro, redondo como una perfecta letra O, justo en el centro de la sala y más llamativo que los propios cuadros.
José Luis aparece en escena. Entra por la puerta de la izquierda, rápido, sin mirar, como en una embestida. Casi se tropieza con la pareja con niño que deja la sala. Estos le miran extrañados y José Luis gira la cabeza hacia atrás y a ambos lados, con descoordinación. Se tambalea hasta chocarse con el sofá, donde cae. Viste las mismas ropas que en el Rosedal, ahora adornadas de círculos de transpiración. Está blanco y parece que la barba le haya crecido a puntitos.
Cierra los ojos, se fricciona la cara, suspira.
Con los ojos aún cerrados va desplazándose por el sofá, con la espalda pegada al respaldo. El cuidador de la sala, sentado en un taburete alto, lo mira. Consulta el reloj de pulsera y mira a otro lado.
José Luis sigue girando. Sus pies se detienen. Se sienta recto y abre los ojos. Enfrente, poseyendo la pared, tiene el 'Guernica' de Picasso. Se saca las lentes y levantándose, se despega de la curva del sofá. Parado, observa el cuadro. Se acerca, tuerce la cabeza, se vuelve a apartar.
- Vigilante: Todo el día con la sala llena. Ni tuve un segundo para mirarlo. Hasta ahora.
- José Luis (sin mirarlo): Es un cuadro tan extraño, tan ... distinto.
- Vigilante: Está bien, vamos a cerrar. Vuelva mañana a las 9.

(José Luis sale de la sala en una lenta marcha atrás, sin perder la mirada del cuadro. Las gafas permanecen en el sillón. Bajan las luces).




Misma sala del MALBA de la primera escena. Misma barra-ambigú cruzada por tubos de neón. Mismas paredes desnudas, misma blancura despojada. Mismas series de risas, mismos operarios de la sociedad artística.
En segundo término, a la mitad de la escena, donde se encontraba la 'Minujín-Samotracia' arropada de luces, cuelga una gran pantalla que simula el diseño de un iphone, con botones y chiches varios. En la pantalla del iphone se repiten a velocidad vertiginosa reproducciones de figuras del Gernika, imágenes de Gardel, Maradona y el ché Guevara y de un latifundio con vacas y labradores.
Sobre la voz eterna de Julio Sosa cantando a su madre, hablan los personajes:
- José Luis (lleva puestas las mismas lentes que en la escena inicial): Che, estoy nervioso.
- Ana (le recoloca la gomina que fija un extraño tupé. De mientras, José Luis endereza el nudo de una corbata negra que complementa a un traje cortado impecablemente): No lo estés. Ya estuviste en muchas exposiciones. Nada cambió.
- Romina: Es cierto. Seguís siendo el mismo pelotudo de siempre.
(Ríen. José Luis finge mirarla con gesto asesino, la abraza y ríe con todos).
(Se acerca el crítico de arte de la revista 'X', con la misma boina y barbas, probablemente ambas sin lavar).
- Crítico: Che, bueno tu trabajo.
- José Luis: Gracias, viejo. Pasá algún día por la galería. (El crítico se dispone a darle la mano. José Luis le da una palmada en el costado y se vuelve. Vé aparecer al Sr. Domínguez, dirigiéndose hacia él. Viene acompañado por una joven, bella y de porte elegante. No muestran los signos visibles de quienes forman una pareja, pero una conexión invisible, quizá la manera de acompasar sus andares, indica su unión).
¡Jaime! (Al Sr. Domínguez). ¿Qué pasó con vos? ¡No esperaba verte aquí! (José Luis se acerca y lo abraza. El Sr. Domínguez da un pequeño paso atrás. Rápidamente deshace el movimiento, se adelanta y devuelve el abrazo).
- Sr. Domínguez (habla rápida y atropelladamente. Agita nerviosamente un pañuelo con el que, de vez en cuando, seca el sudor de su frente. Su novia le cogerá de la mano en un momento dado y el Sr. Domínguez parecerá respirar): Me enteré por la prensa de su exposición y acá vine a verla. ¡Qué alegría por usted! ¡Por fín muestra su obra! ¡Y nada menos que en el MALBA! ¡Definitivamente le doy mi enhorabuena, sr. Petrucci!
- José Luis: ¡Che, dejate de Petruccis! ¡Ya no soy tu terapeuta! ¡Además te veo muy bien acompañado! (le guiña imperceptiblemente el ojo y besa la mano de su acompañante).
- Sr. Domínguez: Sí, nos conocimos en el trabajo. (Pausa). Somos buenos amigos.
- Novia del Sr. Domínguez: Más que eso, Jaime.
- Sr. Domínguez (a José Luis): Más que eso.
- José Luis: Me alegro mucho. Sigue trabajando en eso.
(José Luis está a punto de girarse para atender a un periodista que lo requiere).
- Sr. Domínguez: Quizá pueda volverle a ver alguna vez ... como terapeuta.
- José Luis (se vuelve): Ya no soy terapeuta. Los artistas somos gente demasiado extraña para intentar curar a otros. (Le da la mano. El Sr. Domínguez y su novia se alejan entre los demás asistentes).
(A Ana). ¡Buen chico este! (Mira por un segundo la copa de champagne y la apura).
- Romina: Debe de serlo ... tiene mérito curarse con vos. (Ana, Sebastián y Gastón ríen).
- José Luis: Dejá de lincharme, que ésta es mi noche, ¡che!
- Marta Minujín: ¡Una noche-che! ¡Qué artístico! ¡No sé cómo no te conocí hasta ahora! ¡Con lo interesante que es tu obra, boludo! (Marta Minujín se ha acercado a José Luis por la espalda sin que éste lo advirtiera. Es una mujer sin edad. Es una rock-star. Es Marta Minujín. Su pelo es liso y fino como el trigo, un trigo con aire de peluca. Lleva unas 'Ray-Ban' de aviador, una blazer de color claro y unos jeans. Arrastra las palabras y es rápida y desenvuelta en sus observaciones).
Hablame más del proyecto, loco. Eso de la performance en el Monumental, ¡suena bárbaro!
- José Luis: Pues como te dije, será una miscelánea argentina, una gran catarsis. (La rodea por el cuello y extiende el brazo libre como explicándole una visión). La cancha: figuras de ex-presidentes de la nación con sacas de plata en la mano, ganaderos, futbolistas, tangueros, escritores ... todos bailan milongas, esnifan la cocaina espolvoreada en las rayas del corner, otros se esconden tras las máscaras del 'Guernica', de toros, de cabashos, con tubos de neón pegados a la espalda como rashos atravesandolós. (Pausa. La mira en silencio por un segundo y alza teatralmente la voz): Y una vaca argentina, sóla en el medio del campo, observándolo todo.
- Marta Minujín (le sostiene la silente mirada por un instante):
Che, ¿pensaste alguna vez en psicoanalizarte?

Fin

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