sábado, 7 de julio de 2012

El bosque animalado

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El día de los ‘deseos se cumplen’ un hada mágica se acercó a Burlada. Al parecer vino porque un niño del pueblo, Panchito, se había quejado en sueños de que su gatita Amaia andaba afónica esos días y no podía maullar. El hada buena Giselle, que, como era novata, le acababan de conceder sus alas allá donde se conceden las alas, esto es, en el alegre país de Oz, entendió mal el deseo de Panchito. En vez de curar el catarro de garganta de su gatita para que pudiera maullar de nuevo, hizo un hechizo para que todos los animalitos de Burlada pudieran hablar tal y como lo hacemos nosotros los humanos. Al momento de hacer el hechizo, el perro Zacarías empezó a comentarle al perro Pintxo que las acciones en Bolsa de Perriskas, su compañía favorita de comida para animales, estaban cayendo y que como él había invertido mucho en Perriskas, estaba muy preocupado. ‘Cosas de la economía que yo no entiendo’ le contestó Pintxo. A mí lo que de verdad me importa es que los dueños del Osasuna nos permitan entrar al Reyno de Navarra para ver el fútbol los domingos. Al ver que los demás perros de la zona, se unían a la conversación y se mordían entre sí –lamentablemente, las discusiones de fútbol siempre acaban así, incluso entre los perros-, el hada buena primeriza se asustó y pensó que había cometido un error muy gordo. Pulsó el botón a turbo-reacción de sus alas provisionales chinas –temiendo que tras la metedura de pata, ya nunca obtuviera las alas definitivas naturales- y se fue volando de Burlada más rápido que un rayo en mitad de la tormenta. El caso es que, marchada el hada buena, los animales de Burlada seguían alborotados y expresaban a voz en grito la indignación que les causaban los más diversos asuntos. El mono Ramiro, al que le encantaba cantar ópera en sus ratos libres, emitió un agudísimo grito, lo que los amantes de la ópera llaman do de pecho, para hacer callar a sus amigos animales: ‘¡Oooorden’ chilló con su do de pecho. En ese momento, los perros Zacarías y Pintxo y todos los demás animales de Burlada, sorprendidos, hicieron silencio. ‘Ya está bien de tanta monería’ dijo el mono Ramiro. ‘Así está mejor. Lo que vamos a hacer, amigos animales, es preguntar a nuestros dueños, los niños de Burlada, por qué ahora hablamos como ellos y nos interesa la bolsa y el fútbol. Queremos que todo vuelva a ser como antes, cuando sólo dormíamos, jugábamos y no nos quitaba el sueño la bolsa y el futbol’. Ramiro miró a sus amigos animales y les preguntó: ‘¿Estáis conmigo?’
‘Síiiiiii’ respondieron al unísono los demás animales. ‘Viva el señor alcalde Ramiro, que mira por nuestros intereses como el más diligente de los próceres que en el mundo han sido’ gritó el canario Rasputín, que se había aficionado a leer libros de filosofía y sociología política. El gato Jeremías, al que sólo le gustaba escuchar al cantante Pitbull, le quitó los libros de un zarpazo y le obligó a bailar el reggaetón, porque según Jeremías, ‘esos libros provocaban el nerviosismo en los ánimos de todos los animales’. ‘Vamos a casa de nuestros dueños, se ha dicho’ entonó el mono Ramiro sobre la melodía de una ópera de Verdi.‘La donna é mobile, qual piuma al vento, muta d’accento e di pensiero…’ respondieron contentos y alborotados todos los demás animales, sin saber por qué hablaban ahora en italiano. Los animales de Burlada pararon en primer lugar en la casa de Panchito. Antes de entrar, llamaron a la puerta, porque eran animalitos muy bien educados. ¿Qué desean los señores?’ preguntó la gatita Amaia, vestida de mayordomo y con unos anteojos sobre su hociquito. ¿Qué te pasa, Amaia? preguntó sorprendido el perro Ramiro. ‘Absolutamente nada, querido Ramiro. He descubierto, tras una crisis vocacional en la que no podía maullar, que mi vocación auténtica es servir a mi amo, porque soy un animal de compañía. Así que me he hecho mayordomo’. ‘Está muy bien’ concluyó Ramiro, viendo que Amaia acababa de descubrir lo que quería ser de mayor. ‘¿Estaría Panchito dentro de la casa? Tenemos que tratar con él un asunto de la mayor gravedad’ preguntó Ramiro con la mayor educación, para estar al mismo nivel que la gata Amaia. ‘Como no. Pasen ustedes. La casa de mi amo es su casa’ respondió la gatita mientras se retiraba a sus aposentos. Los gatos, perros, canarios, monos, gusanos y serpientes entraron con gesto serio y modales exquisitos a la casa de Pintxo. ‘Hola, Pintxo. No sabemos cómo ni por qué, los animales de Burlada hemos comenzado a hablar. ¿Sabrías qué hacer para que volviéramos a nuestra situación anterior? preguntó el mono Ramiro. ‘Ya sé que ahora habláis. Amaia está de lo más rara últimamente. Pero yo no puedo hacer nada. Estoy jugando a la Play Station y es más, no me importa nada lo que os ocurra. No es mi problema’ dijo Pintxo mientras seguía manipulando los mandos de su videoconsola. Los animalitos, contrariados, salieron de la casa de Pintxo. Estaban sorprendidos, porque sabían que antes de que pudieran hablar, siempre habían sido tratados con mucho cariño por Pintxo. ‘¿Qué le pasará?’ se preguntaron todos los animales. Fueron a casa de Patxi, el dueño del hámster Nicolás. ‘Me da igual lo que os pase. Estoy viendo Sálvame y Jorge Javier va a dar una exclusiva’.En casa de Andrés, el dueño del ciempiés Silvio, Andrés les dijo ‘scusate mi. Tengo unas invitadas muy divertidas que reclaman de toda mi atención’. Sin saber a qué se refería ni por qué éste hablaba también en italiano, se dirigieron esta vez a casa de Emilio, hijo del banquero de Burlada y dueño de la oveja Jaione. ‘Me estáis haciendo perder el tiempo, perros’ fue su primera respuesta. ‘El tiempo es oro y tengo que encargarme de todos mis amigos en Tuenti, para que no baje en el índice Redex de popularidad en las redes sociales’. ‘Pero Emilio’ protestó la oveja Jaione. ‘¿Ya no te acuerdas de mi bee, de mi bee, de mi bella cara?’ preguntó dolida Jaione. ‘Sí, Jaione. Pero la vida de un niño hoy en día es muy complicada: redes sociales, actividades extraescolares, televisión amarillista, Play-Station, teléfono móvil, conciertos de Selena y Justin Bieber… No nos queda tiempo para casi nada y ahora que habláis, nos recordáis mucho a todos los personajes que ya vemos en Internet y no sois novedad alguna. Así que, ospa!’ dijo Emilio con prisa porque tenía que volver al Tuenti y les cerró la puerta en los hocicos. ‘Espera, Emilio, díme cómo va a cerrar Perriskas preguntó el perro Zacarías al tiempo que consultaba las cotizaciones de la bolsa desde el móvil inteligente que guardaba en su pata delantera. ‘Es inútil, Zacarías. Nos ha cerrado con la puerta en las narices’ consoló el mono Ramiro al perro Zacarías. ‘Los niños se han vuelto egoístas. La tecnología los ha aislado. Por culpa de internet, el tuenti, los móviles inteligentes, la play-station y Jorge Javier, han dejado de jugar juntos al fútbol en el parque, de saltar a la comba, de jugar al escondite tras un seto o de subirse a los árboles’. ‘O tempora, o mores! como le diría Cicerón a Marco Antonio’ suspiró el sabio canario Rasputín, hojeando su libro de Historia. El gato Jeremías le dijo que cada vez lo entendía menos y siguió bailando el reggaetón. Así andaban nuestros amigos animales burladenses, cabizbajos, camino al bosque, refugio natural y eterno de los animalitos, donde habían decidido refugiarse y vivir de ahí en adelante, abandonados como estaban por sus dueños. Cuando estaban todos a punto de echarse a dormir bajo una higuera, el perro Zacarías observó que la hierba del bosque, en vez de ser verde, se estaba volviendo de color naranja. ‘¡Qué extraño, amigos! ¡Vayamos a ver qué sucede!’ alentó a los demás animalitos. El perro Sherlock, acostumbrado a seguir rastros de fruta
–puesto que era un perro vegetariano- concluyó: ‘¡No hay duda! Son cáscaras de naranja. Seguro que las está echando al suelo Marranón, el frutero guarro del pueblo. Dice que, como son biodegradables, desaparecerán dentro de medio años a la vez que fertilizarán la tierra del bosque’. ‘Eso es cierto’ dijo el canario Rasputín repasando su libro de educación cívica. ‘Las cascas de naranja son buenas para la tierra, pero en una medida. Si se arrojan tantas como hace Marranón, no queda hueco libre en el bosque para dar un paseo, correr, jugar al escondite o cortejar pájaras. Es más, no hay que tirar nada al suelo, ni pipas, ni chaskys, ni chicles ni cáscaras de naranja. Para eso nuestro buen ayuntamiento pone las papeleras, para que las usemos. ¡He dicho!’. Sus amigos lo aplaudieron enloquecidos de alegría y esperanza por su futuro. El perro Zacarías dejó a un lado las cotizaciones de su móvil inteligente;  el mono Ramiro se quitó su traje y corbata de diputado y volvió a estudiar sus pentagramas de canto; el perro Pantxito depositó en una papelera su periódico deportivo. Sherlock no se deshizo de su pipa y su traje-chubasquero de tweed porque decía que era época de lluvias y la niebla amenazaba descarga. El canario Rasputín le dijo al gato Jeremías que la trayectoria cinética del reggaetón era harto peculiar y amena y se pusieron a bailar. Incluso la gatita Amaia acudió al oír a sus amigos y guardó su cofia, plumero y traje de mayordomo. También vino el ciempiés Silvio, saliendo a la mitad de la fiesta de la casa de su dueño. El hámster Nicolás y la oveja Jaione saltaron de alegría y bailaron en pareja un vals vienés. ‘¡Todos a casa de Marranón!’ gritó el mono Ramiro. Cuando los demás animales de Burlada iban a seguir el consejo de su amigo mono, el canario Rasputín intervino: ‘Esperad, ¡oh, amigos mios! Estoy seguro de que los niños son buenos. Volverán con nosotros y nos ayudarán para enseñar a Marranón que es bueno ser limpios, respetar la naturaleza y apoyarse mutuamente. Dejarán de lado sus pasatiempos solitarios y juntos a ellos explicaremos a Marranón que hay que cuidar la naturaleza, madre del movimiento y principio de todo, como decían los presocráticos’. ‘De acuerdo, Rasputín. ¡Eres grande!, aunque al final no te hayamos entendido’ clamaron todos y voltearon al canario hacia las alturas, tan alto, tan alto, que Rasputín tenía que usar sus pequeñas alitas para aterrizar cada vez que sus amigos lo volteaban para felicitarlo por su inteligencia. Los animalitos volvieron a las casas. Explicaron a los niños de Burlada que Marranón estaba ensuciando y echando a perder el bosque con tanta casca de naranja. Los burladesitos respondieron todos a una: ‘¿Echar a perder nuestro bosque? ¡Jamás! No mientras nos quede un estertor de aliento en los pulmones’. Dejaron el tuenti, internet, la play, el móvil y a Jorge Javier con la palabra en la boca y se dirigieron a casa del frutero Marranón junto a sus animalitos. ‘Marranón. Tienes que dejar de ensuciar el bosque. Para cuando esas cascas se degraden y fertilicen la tierra, China y EEUU habrán firmado ya el protocolo de Kyoto’. Esas poderosas palabras hicieron cambiar la actitud de Marranón hacia la naturaleza. ‘¡Me habéis convencido!’ exclamó alborozado Marranón. ‘A partir de hoy, seré el txapeldun del activismo ecologista’. Así pues, los niños burlatartxus, el frutero Garbitxu –a partir de aquel día se cambió de nombre- y los animales limpiaron de cascas de naranja el bosque, las depositaron en las papeleras de compostaje del ayuntamiento de Burlada y dejaron el bosque más limpio que una patena. El hada buena Giselle, desde su mirador en el alegre país de Oz, recibía las alas definitivas tras haber hecho, a la postre, una buena acción y lloraba de felicidad. Con los nuevos poderes que le dieron las alas definitivas, quitó la voz humana a los animales y todo volvió a ser como antes. Sólo que mejor porque los niños de Burlada habían aprendido a amar la naturaleza y a ayudarse entre sí y a sus mascotas. Claro que se extrañaban de que, de cuando en cuando, el perro Zacarías se quedara paralizando observando las cotizaciones de Perriskas en la tele y el mono Ramiro escuchara tantas horas a Alfredo Kraus en el tocadiscos.

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