
El
día de los ‘deseos se cumplen’ un hada mágica se acercó a Burlada. Al parecer
vino porque un niño del pueblo, Panchito, se había quejado en sueños de que su
gatita Amaia andaba afónica esos días y no podía maullar. El hada buena Giselle,
que, como era novata, le acababan de conceder sus alas allá donde se conceden
las alas, esto es, en el alegre país de Oz, entendió mal el deseo de Panchito.
En vez de curar el catarro de garganta de su gatita para que pudiera maullar de
nuevo, hizo un hechizo para que todos los animalitos de Burlada pudieran hablar
tal y como lo hacemos nosotros los humanos. Al momento de hacer el hechizo, el
perro Zacarías empezó a comentarle al perro Pintxo que las acciones en Bolsa de
Perriskas, su compañía favorita de comida para animales, estaban cayendo y que
como él había invertido mucho en Perriskas, estaba muy preocupado. ‘Cosas de la
economía que yo no entiendo’ le contestó Pintxo. A mí lo que de verdad me
importa es que los dueños del Osasuna nos permitan entrar al Reyno de Navarra
para ver el fútbol los domingos. Al ver que los demás perros de la zona, se
unían a la conversación y se mordían entre sí –lamentablemente, las discusiones
de fútbol siempre acaban así, incluso entre los perros-, el hada buena
primeriza se asustó y pensó que había cometido un error muy gordo. Pulsó el botón
a turbo-reacción de sus alas provisionales chinas –temiendo que tras la
metedura de pata, ya nunca obtuviera las alas definitivas naturales- y se fue
volando de Burlada más rápido que un rayo en mitad de la tormenta. El caso es
que, marchada el hada buena, los animales de Burlada seguían alborotados y
expresaban a voz en grito la indignación que les causaban los más diversos
asuntos. El mono Ramiro, al que le encantaba cantar ópera en sus ratos libres,
emitió un agudísimo grito, lo que los amantes de la ópera llaman do de pecho,
para hacer callar a sus amigos animales: ‘¡Oooorden’ chilló con su do de pecho.
En ese momento, los perros Zacarías y Pintxo y todos los demás animales de Burlada,
sorprendidos, hicieron silencio. ‘Ya está bien de tanta monería’ dijo el mono
Ramiro. ‘Así está mejor. Lo que vamos a hacer, amigos animales, es preguntar a
nuestros dueños, los niños de Burlada, por qué ahora hablamos como ellos y nos
interesa la bolsa y el fútbol. Queremos que todo vuelva a ser como antes,
cuando sólo dormíamos, jugábamos y no nos quitaba el sueño la bolsa y el
futbol’. Ramiro miró a sus amigos animales y les preguntó: ‘¿Estáis conmigo?’
‘Síiiiiii’
respondieron al unísono los demás animales. ‘Viva el señor alcalde Ramiro, que
mira por nuestros intereses como el más diligente de los próceres que en el
mundo han sido’ gritó el canario Rasputín, que se había aficionado a leer
libros de filosofía y sociología política. El gato Jeremías, al que sólo le
gustaba escuchar al cantante Pitbull, le quitó los libros de un zarpazo y le
obligó a bailar el reggaetón, porque según Jeremías, ‘esos libros provocaban el
nerviosismo en los ánimos de todos los animales’. ‘Vamos a casa de nuestros
dueños, se ha dicho’ entonó el mono Ramiro sobre la melodía de una ópera de
Verdi.‘La donna é mobile, qual piuma al vento, muta d’accento e di pensiero…’
respondieron contentos y alborotados todos los demás animales, sin saber por
qué hablaban ahora en italiano. Los animales de Burlada pararon en primer lugar
en la casa de Panchito. Antes de entrar, llamaron a la puerta, porque eran
animalitos muy bien educados. ¿Qué desean los señores?’ preguntó la gatita
Amaia, vestida de mayordomo y con unos anteojos sobre su hociquito. ¿Qué te
pasa, Amaia? preguntó sorprendido el perro Ramiro. ‘Absolutamente nada, querido
Ramiro. He descubierto, tras una crisis vocacional en la que no podía maullar,
que mi vocación auténtica es servir a mi amo, porque soy un animal de compañía.
Así que me he hecho mayordomo’. ‘Está muy bien’ concluyó Ramiro, viendo que
Amaia acababa de descubrir lo que quería ser de mayor. ‘¿Estaría Panchito
dentro de la casa? Tenemos que tratar con él un asunto de la mayor gravedad’
preguntó Ramiro con la mayor educación, para estar al mismo nivel que la gata
Amaia. ‘Como no. Pasen ustedes. La casa de mi amo es su casa’ respondió la
gatita mientras se retiraba a sus aposentos. Los gatos, perros, canarios,
monos, gusanos y serpientes entraron con gesto serio y modales exquisitos a la
casa de Pintxo. ‘Hola, Pintxo. No sabemos cómo ni por qué, los animales de Burlada
hemos comenzado a hablar. ¿Sabrías qué hacer para que volviéramos a nuestra
situación anterior? preguntó el mono Ramiro. ‘Ya sé que ahora habláis. Amaia
está de lo más rara últimamente. Pero yo no puedo hacer nada. Estoy jugando a
la Play Station y es más, no me importa nada lo que os ocurra. No es mi problema’
dijo Pintxo mientras seguía manipulando los mandos de su videoconsola. Los
animalitos, contrariados, salieron de la casa de Pintxo. Estaban sorprendidos,
porque sabían que antes de que pudieran hablar, siempre habían sido tratados
con mucho cariño por Pintxo. ‘¿Qué le pasará?’ se preguntaron todos los
animales. Fueron a casa de Patxi, el dueño del hámster Nicolás. ‘Me da igual lo
que os pase. Estoy viendo Sálvame y Jorge Javier va a dar una exclusiva’.En
casa de Andrés, el dueño del ciempiés Silvio, Andrés les dijo ‘scusate mi.
Tengo unas invitadas muy divertidas que reclaman de toda mi atención’. Sin
saber a qué se refería ni por qué éste hablaba también en italiano, se dirigieron
esta vez a casa de Emilio, hijo del banquero de Burlada y dueño de la oveja
Jaione. ‘Me estáis haciendo perder el tiempo, perros’ fue su primera respuesta.
‘El tiempo es oro y tengo que encargarme de todos mis amigos en Tuenti, para
que no baje en el índice Redex de popularidad en las redes sociales’. ‘Pero
Emilio’ protestó la oveja Jaione. ‘¿Ya no te acuerdas de mi bee, de mi bee, de
mi bella cara?’ preguntó dolida Jaione. ‘Sí, Jaione. Pero la vida de un niño
hoy en día es muy complicada: redes sociales, actividades extraescolares,
televisión amarillista, Play-Station, teléfono móvil, conciertos de Selena y
Justin Bieber… No nos queda tiempo para casi nada y ahora que habláis, nos
recordáis mucho a todos los personajes que ya vemos en Internet y no sois
novedad alguna. Así que, ospa!’ dijo Emilio con prisa porque tenía que volver
al Tuenti y les cerró la puerta en los hocicos. ‘Espera, Emilio, díme cómo va a
cerrar Perriskas preguntó el perro Zacarías al tiempo que consultaba las
cotizaciones de la bolsa desde el móvil inteligente que guardaba en su pata
delantera. ‘Es inútil, Zacarías. Nos ha cerrado con la puerta en las narices’
consoló el mono Ramiro al perro Zacarías. ‘Los niños se han vuelto egoístas. La
tecnología los ha aislado. Por culpa de internet, el tuenti, los móviles
inteligentes, la play-station y Jorge Javier, han dejado de jugar juntos al
fútbol en el parque, de saltar a la comba, de jugar al escondite tras un seto o
de subirse a los árboles’. ‘O tempora, o mores! como le diría Cicerón a Marco
Antonio’ suspiró el sabio canario Rasputín, hojeando su libro de Historia. El
gato Jeremías le dijo que cada vez lo entendía menos y siguió bailando el
reggaetón. Así andaban nuestros amigos animales burladenses, cabizbajos, camino
al bosque, refugio natural y eterno de los animalitos, donde habían decidido
refugiarse y vivir de ahí en adelante, abandonados como estaban por sus dueños.
Cuando estaban todos a punto de echarse a dormir bajo una higuera, el perro
Zacarías observó que la hierba del bosque, en vez de ser verde, se estaba
volviendo de color naranja. ‘¡Qué extraño, amigos! ¡Vayamos a ver qué sucede!’
alentó a los demás animalitos. El perro Sherlock, acostumbrado a seguir rastros
de fruta
–puesto
que era un perro vegetariano- concluyó: ‘¡No hay duda! Son cáscaras de naranja.
Seguro que las está echando al suelo Marranón, el frutero guarro del pueblo.
Dice que, como son biodegradables, desaparecerán dentro de medio años a la vez
que fertilizarán la tierra del bosque’. ‘Eso es cierto’ dijo el canario
Rasputín repasando su libro de educación cívica. ‘Las cascas de naranja son
buenas para la tierra, pero en una medida. Si se arrojan tantas como hace
Marranón, no queda hueco libre en el bosque para dar un paseo, correr, jugar al
escondite o cortejar pájaras. Es más, no hay que tirar nada al suelo, ni pipas,
ni chaskys, ni chicles ni cáscaras de naranja. Para eso nuestro buen
ayuntamiento pone las papeleras, para que las usemos. ¡He dicho!’. Sus amigos
lo aplaudieron enloquecidos de alegría y esperanza por su futuro. El perro Zacarías
dejó a un lado las cotizaciones de su móvil inteligente; el mono Ramiro se quitó su traje y corbata de
diputado y volvió a estudiar sus pentagramas de canto; el perro Pantxito
depositó en una papelera su periódico deportivo. Sherlock no se deshizo de su
pipa y su traje-chubasquero de tweed porque decía que era época de lluvias y la
niebla amenazaba descarga. El canario Rasputín le dijo al gato Jeremías que la
trayectoria cinética del reggaetón era harto peculiar y amena y se pusieron a
bailar. Incluso la gatita Amaia acudió al oír a sus amigos y guardó su cofia,
plumero y traje de mayordomo. También vino el ciempiés Silvio, saliendo a la
mitad de la fiesta de la casa de su dueño. El hámster Nicolás y la oveja Jaione
saltaron de alegría y bailaron en pareja un vals vienés. ‘¡Todos a casa de
Marranón!’ gritó el mono Ramiro. Cuando los demás animales de Burlada iban a
seguir el consejo de su amigo mono, el canario Rasputín intervino: ‘Esperad,
¡oh, amigos mios! Estoy seguro de que los niños son buenos. Volverán con
nosotros y nos ayudarán para enseñar a Marranón que es bueno ser limpios,
respetar la naturaleza y apoyarse mutuamente. Dejarán de lado sus pasatiempos
solitarios y juntos a ellos explicaremos a Marranón que hay que cuidar la
naturaleza, madre del movimiento y principio de todo, como decían los
presocráticos’. ‘De acuerdo, Rasputín. ¡Eres grande!, aunque al final no te
hayamos entendido’ clamaron todos y voltearon al canario hacia las alturas, tan
alto, tan alto, que Rasputín tenía que usar sus pequeñas alitas para aterrizar
cada vez que sus amigos lo volteaban para felicitarlo por su inteligencia. Los
animalitos volvieron a las casas. Explicaron a los niños de Burlada que
Marranón estaba ensuciando y echando a perder el bosque con tanta casca de
naranja. Los burladesitos respondieron todos a una: ‘¿Echar a perder nuestro
bosque? ¡Jamás! No mientras nos quede un estertor de aliento en los pulmones’.
Dejaron el tuenti, internet, la play, el móvil y a Jorge Javier con la palabra
en la boca y se dirigieron a casa del frutero Marranón junto a sus animalitos.
‘Marranón. Tienes que dejar de ensuciar el bosque. Para cuando esas cascas se
degraden y fertilicen la tierra, China y EEUU habrán firmado ya el protocolo de
Kyoto’. Esas poderosas palabras hicieron cambiar la actitud de Marranón hacia
la naturaleza. ‘¡Me habéis convencido!’ exclamó alborozado Marranón. ‘A partir
de hoy, seré el txapeldun del activismo ecologista’. Así pues, los niños burlatartxus,
el frutero Garbitxu –a partir de aquel día se cambió de nombre- y los animales
limpiaron de cascas de naranja el bosque, las depositaron en las papeleras de
compostaje del ayuntamiento de Burlada y dejaron el bosque más limpio que una
patena. El hada buena Giselle, desde su mirador en el alegre país de Oz,
recibía las alas definitivas tras haber hecho, a la postre, una buena acción y
lloraba de felicidad. Con los nuevos poderes que le dieron las alas
definitivas, quitó la voz humana a los animales y todo volvió a ser como antes.
Sólo que mejor porque los niños de Burlada habían aprendido a amar la
naturaleza y a ayudarse entre sí y a sus mascotas. Claro que se extrañaban de que,
de cuando en cuando, el perro Zacarías se quedara paralizando observando las
cotizaciones de Perriskas en la tele y el mono Ramiro escuchara tantas horas a
Alfredo Kraus en el tocadiscos.
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